Tentaciones de pecado.

Tentaciones de pecado.

«—Vamos a ver. Es Macacha. La del zanjón. Se le murió el tripón. La castigó Dios.
—Ave María Purísima —decía una mujer encendiendo una vela y corriendo hacia el grupo.
—¡Ay mi hijo! Yo sabía que me iba a pasar. Si yo cuando pasaba por la casa de esos protestantes les hacía la cruz como al diablo. Si yo nunca me quise acercar. Yo sabía que otros iban. ¡Pero yo no! ¿Que por qué no te asomás a ver nada más Macacha? San Miguel Arcángel me ampare. Yo ¿cuánto? ¿Que por qué no entras un saltico, que lo que hacen es cantar unas canciones y te dan un real? Pero yo nunca. Pero de la tentación del diablo y cuando regresaba al mediodía para la casa voy y me meto.
Era la misma historia repetida a la puerta de cada rancho, pero todos los que la volvían a oír abrían grandes ojos de asombro, se persignaban y apretaban las manos sudorosas.
—Dios nos ampare y nos favorezca».

-Los herejes

Arturo Uslar Pietri

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Ávidas Confesiones.

Ávidas Confesiones.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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LOCUTORIO

Ahí donde se esconde el diablo, donde anida lo insondable, donde el corazón se vuelve paja y la mente su penumbra; ahí están sus secretos: violentos, fugaces, insípidos incluso. Insano oprobio. Palabrería santurrona y evidencias superfluas comulgan para evidenciar el llamado pecado. No hay santidad, sino bruma carcomiéndose los recuerdos que traen saña, violencia o coraje. Perdones malsanos sin poder. Nadie es deudor, todos se levantan en paz con una penitencia absurda que será olvidada al cerrar aquella puertecilla insulsa, donde ávido de placer, se esconde el diablo.

Marco de Mendoza

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Descreer.

Descreer.

• MINIFICCIÓN •

Flor.

Gloria Velázquez

Mi abuelita me dijo:“Nunca te dejes hacer cochinadas. Los hombres que vienen del Norte, dicen que les abren las bocas a las mujeres, meten lengua y tentalean por todas partes. Nunca dejes que te metan la cochina lengua, qué es eso, es pecado, te digo lo siguiente porque sé de Toño, tu novio. Está de buen ver, pero acuérdate, entre más bien parecido el hombre es más pecador. A ti no se te ocurra abrir la boca , llegas luego con una panzota que para qué te cuento. Te puedes desgraciar para toda tu vida, ni quien te quiera sin tu valor. ¿Pusiste cuidado a lo que dije?”Por eso no entendí cuando me empezó a crecer la panza. Nadie me hablaba. Yo no pequé. Me acuerdo que cerré la boca con todas mis fuerzas y no dejé que Toño me agarrara cosas, ni nada. No abrí la boca. Nada más abrí las piernas para que él se entretuviera y no le pasara por la cabeza la idea de meterme su cochina lengua pecadora a la boca. Toño me dijo: “Deja meter mi olotito para que parezcas flor”.Ahora no entiendo a mi abuelita. Ni ella me entiende a mí; tampoco entiendo a Toño, se me ha retirado y yo con tantas ganas de ser una flor.

Demonche ronda.

Demonche ronda.

«Avanzaba ya la tarde hacia el crepúsculo cuando llegó Tom Walker hasta lo que quedaba del viejo fuerte indio y decidió descansar un poco para recuperar las fuerzas. Cualquiera hubiera hecho todo lo contrario, intentar salir de allí cuanto antes en vez de tomarse un respiro en un lugar tan solitario y melancólico, pues eran muchas las tristes historias que se contaban en la región acerca de las guerras libradas contra los indios precisamente en aquellos tétricos parajes; se decía que en aquel lugar aún había salvajes que tomaban cautivos a los que osaran adentrarse en el pantano y luego los ofrecían en sacrificio a uno de sus espíritus demoníacos».

-El diablo y Tom Walker

Washington Irving.

Sin jamás y para siempre.

Sin jamás y para siempre.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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Voy a

Entrar en ti, como torrente acuoso y fundirnos.
Poseerte, no solo de cuerpo, alma y mente; también en muerte.
Quiero ser veneno, y el antídoto vehemente que a tu piel conecte, insano, si es preciso.
No busco ser salvo, si es pecado lo que a ti me une.
Quiero todo, porque todo es bueno y si es contigo, yo lo imploro.
Que me una, que me amarre; que sea al astio y que no pare.
¿Por qué amar a medias o de a poco? Si es contigo lo que quiero, que poco es nada y si es nada, no lo quiero.
Voy a meterme a todo. En lo que miras, en lo que tocas, en lo que sientes y también en lo que piensas. Me voy a meter de a poco para que luego, ya de a mucho, ser de todo en ti.
No solo porque quiera, sino porque querrás. Me voy a meter en ti, en tu cuerpo poseído de mí, de esta virilidad que implora y que grita por tu alma toda. Me voy a meter en ti, sin un jamás y con un para siempre.

Marco de Mendoza.

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En el nombre del Padre.

En el nombre del Padre.

«’Es un maricón’, y se extendió en la descripción del incidente, su llegada al reclinatorio, el comienzo de la confesión, la soledad de la iglesia, la voz del cura sonando hueca en el fondo y luego su mano apoyada en el muslo de Alberto. Le había agarrado el muslo, sin-ton-ni-son, inesperadamente, le había mandado la mano al sexo, narró mi hermano. Dijo entonces que se había levantado bruscamente del confesionario y le había soltado al cura la única frase que se le ocurrió: ‘¡No sea maricón!’».

-Las causas perdidas

Óscar Collazos.

Minientrada

Insumisos primarios.

• MINIFICCIÓN •

La joven pareja y el casero.

Isidro Moreno

Descubrieron ignotos y prohibidos placeres. Como consecuencia fueron expulsados por el bonachón de su casero.
Aquello tenía nuevos inconvenientes no previstos, pues suponía que debían buscarse el sustento diario. Además descubrieron y cataron la acritud de la vida, sin embargo, no se arrepentían de su decisión. Ambos se habían aburrido de aquel paraíso y de la monotona felicidad eterna.
Almenos ahora, los días son más animados. A menudo recuerda con nostalgia los viejos tiempos y, con el pequeño Caín en sus brazos, Eva maldice a la serpiente, pero presiente el inicio de una fructífera humanidad.

Indiferencia perversa.

Indiferencia perversa.

«Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.
Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras una creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
—¡Suéltame! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma…
No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo».

La gallina degollada

-Horacio Quiroga.

Ergo.

Ergo.

«[… ] creo que si un hombre viviera su vida de manera total y completa, si diera forma a todo sentimiento, expresión a todo pensamiento, realidad a todo sueño…, creo que el mundo recibiría tal empujón de alegría que olvidaríamos todas las enfermedades del medievalismo y regresaríamos al ideal heleno; puede que incluso a algo más delicado, más rico que el ideal heleno. Pero hasta el más valiente de nosotros tiene miedo de sí mismo. La mutilación del salvaje encuentra su trágica supervivencia en la autorrenuncia que desfigura nuestra vida. Se nos castiga por nuestras negativas. Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular se multiplican en la mente y nos envenenan. Que el cuerpo peque una vez, y se habrá librado de su pecado, porque la acción es un modo de purificación. Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de un remordimiento. La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal. Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo suceden en el cerebro. Es también en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde se cometen los grandes pecados. Usted, señor Gray, usted mismo, todavía con las rosas rojas de la juventud y las blancas de la infancia, ha tenido pasiones que le han hecho asustarse, pensamientos que le han llenado de terror, sueños y momentos de vigilia cuyo simple recuerdo puede teñirle las mejillas de verguenza…».

-El retrato de Dorian Gray

Oscar Wilde.