Arredondo.

Arredondo.

«Un silencio de muerte reinaba en la habitación oscura y fría. No había médico ni consultorio ni carretera. Estaba aquí. ¿Por qué soñé en Estados Unidos? Estoy en el cuarto interior de un edificio. Nadie pasaba ni pasaría nunca. Quizá nadie pasó antes tampoco.
Los cuatro muñones y yo, tendidos en una cama sucia de excremento.
Mi rostro horrible, totalmente distinto al del sueño: las facciones son informes. Lo sé. No puedo tener una cara porque nunca ninguno me reconoció ni lo hará jamas».

Orfandad.

Inés Arredondo.

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Soledad de engaño

Soledad de engaño

«Pero sus ojos se llenaron de lágrimas. Eran lágrimas de soledad y autosuficiencia. Él se acomodó despacio en la silla, dejando caer las manos. Simplemente no podía entenderlo. No podía entenderla. Se le cruzó por la mente que Rose no tenía intención alguna de casarse con él, pero ese era un pensamiento demasiado monstruoso, y entonces buscó su propio consuelo: Mañana estará bien, es el golpe, eso es todo. Estaba a punto de decir: “Pues bueno, si no hay nada que yo pueda hacer, será mejor que me vaya; vendré a verte mañana”, cuando Rose le preguntó con delicadeza, como si le supusiera un gran esfuerzo prestarle atención:
       —¿Te apetece una taza de té?
       —¡Rose! —gritó desconsolado.
       —¿Qué? —Sonaba infeliz pero obstinada; y no había manera de llegar a ella, estaba fuera de su alcance, tras una barrera de… ¿De qué? George no lo sabía».

-La otra mujer

Doris Lessing

Beber de ti.

Beber de ti.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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BEBER AMOR

Bebí tu cuerpo enardecido, ráfaga sutil que esparce veneno como un fuerte brebaje, como candente tequila, como agua de vida. Obsesión bendita que aniquila, que me ata al cuerpo que venero y amo. Soy un ente que te aclama, que perverso bebe de tu boca con ahínco, con deseo; como un ave que clama por un poco de rocío. Beberé tu cuerpo, gota a gota hasta el hastío y comenzaré de nuevo, como un ebrio que sin ti ya tiembla, como un sueño que me salva y me conduce hasta la gloria. Bebí de ti, bebiste, bebimos. Y es un sueño que emana vida aunque esté ausente, aunque a ratos, aunque siempre. Bebámonos y volvamos a empezar, que la vida es breve, que el tiempo no perdona y que tú y yo amor tenemos aunque a ratos nos perdamos.

Marco de Mendoza

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Rapaz.

Rapaz.

«Y entonces se aproximó por detrás a una de esas formas rampantes, y después, con un ágil movimiento, se le sentó a horcajadas. El hombre se desplomó sobre el pecho, recuperó el equilibrio, furiosamente, hizo caer redondo al niño como hubiera podido hacerlo un potrillo salvaje y después volvió hacia él un rostro al que le faltaba la mandíbula inferior; de los dientes superiores a la garganta, se abría un gran hueco rojo franjeado de pedazos de carne colgante y de esquirlas de hueso. La saliente monstruosa de la nariz, la falta de mentón, los ojos montaraces, daban al herido el aspecto de un gran pájaro rapaz con el cuello y el pecho enrojecidos por la sangre de su presa. El hombre se incorporó sobre las rodillas. El niño se puso de pie. El hombre lo amenazó con el puño. El niño, por fin aterrorizado, corrió hasta un árbol próximo, se guareció detrás del tronco, y después encaró la situación con mayor seriedad. Y la siniestra multitud continuaba arrastrándose, lenta, dolorosa, en una lúgubre pantomima, bajando la pendiente como un hormigueo de escarabajos negros, sin hacer jamás el menor ruido, en un silencio profundo, absoluto».

-Chickamauga

Ambrose Bierce.

¡Qué delicia la gente pensante!

¡Qué delicia la gente pensante!

«Y Filipp tuvo un sueño. Vio cómo todo había cambiado: la tierra era la misma, las casas las mismas, el portón el mismo y, sin embargo, la gente completamente distinta. ¡Todos eran muy sabios! No había ningún tonto, y por las calles andaban franceses y más franceses. Hasta el propio acudir reflexionaba de este modo: “Debo confesar que no me siento nada satisfecho del clima. Voy a consultar el termómetro”. Mientras esto decía sostenía un grueso libro entre las manos».

Un portero inteligente, Antón Chéjov.

Suave polen.

Suave polen.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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Flor en campo

Sembré un campo de amapolas y dulces mirtos. Los llené de cariño y los cultivé con entera pasión.

Así quiero sembrar en ti mi dulce néctar. Hacerte el amor con inmensa pasión, para ahogarnos luego en incontable cariño, atados; como en un tierno campo floreciente que irradia calor, que sobreviva al clima y que multiplique riquezas, de amor, de pasión, de lujuria y de todo recurso. Sembrar ahí para ti, para que un día nuevo, en tus ojos me vea reflejado y sepa que el campo sembrado a florecido, lo has florecido con tu cuerpo bendito y tu alma salva.

Que los mirtos endulcen tus besos y las amapolas nuevas invadan tu piel con su polen. Para que un día lejano abones la tierra, y que el polen propio entre el viento llegue a otras pieles, para que entonces conozcan nuestra pasión de ayeres.

Convíertete en flor y seme eterno.

Marco de Mendoza

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Augur.

Augur.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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Uno a uno

Soplo al viento los recuerdos. Que los lleve incesantes, como ráfaga sutil, como brisa de un mástil.

Que la mente mutilada y los sentimientos reprimidos, ávidos encuentren su función.

Magnifico los placeres. Todos, que se cuelen en entrañas. Que produzcan miel y rica lluvia blanca.

Yergo a la vida, esta, que placebo dicta y con dulce primacía nos conduce al deseo de vivirla.

Airada vida pura. Sin miedo y con deseo. Llena en mí de sí el umbral de mi eterna sincronía.

Bébete el olvido de los sinsabores y traspella con mi hombría el centro de su lozanía, donde beberme su cálido cáliz es la fuente de mi pábulo perfecto.

Embala uno a uno nuestro ser, para que ufanos proclamemos e pluribus unum.

Orgia de vida y de sueños claros, vehementes; concebida solo a sí y a mí.

Da en el centro Eros y transformanos en ambrosía, uno a uno, innúmero.

Marco de Mendoza

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Deseos.

Deseos.

«—Todo lo que usted me dice ahora es muy triste, señor Abad; pero una cosa me consuela, y es que allá arriba, en el paraíso de las estrellas, seré todavía el Delfín… Sé que el buen Dios es mi primo y que sabrá tratarme como corresponde a la altura de mi rango.
Luego añade, volviéndose hacia su madre:
—¡Que me traigan mis más bellos vestidos, mi jubón de armiño blanco y mis escarpines de terciopelo! Quiero hacerme fuerte ante los ángeles y entrar en el paraíso vestido de Delfín.
Por tercera vez, el capellán se inclina hacia el pequeño Delfín y le habla nuevamente en voz baja… En medio de su discurso, el niño le interrumpe con cólera:
—¿¡Pero entonces, grita, esto de ser Delfín, no sirve absolutamente para nada!?
… Y, sin querer atender a nada más, el pequeño Delfín se vuelve hacia la muralla, y llora amargamente».

-La muerte del delfín

Alphonse Daudet

Si estuvieras aquí.

Si estuvieras aquí.

• DECÍA MI ABUELA •
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Mi abuela decía que el amor es un puñado de hormigas alebrestadas metidas bajo la piel. Que avanzan trepidantes delimitando el terreno. Que si las tientas, las vas a sentir y que si las repeles, las sientes más. —Tú déjalas —me dijo—, un día avanzarán tu cuerpo, se conocerán y de pronto, encontrarán la paz en el calor de tu piel, y ten por seguro que a pesar de lo que hagas, ahí se van a quedar, porque te pertenecen, se pertenecen y eso no lo cambia nadie…
Ella decía tantas cosas.

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