
«Nos impuso en el trato con él un lenguaje anochecido en el que los colores, los verbos cómplices del ojo, los calificativos ligados a la visión y hasta los demostrativos eran palabras tabú».
La noche ajena.
Enrique Serna.
«Nos impuso en el trato con él un lenguaje anochecido en el que los colores, los verbos cómplices del ojo, los calificativos ligados a la visión y hasta los demostrativos eran palabras tabú».
La noche ajena.
Enrique Serna.
«Vi a Gamaliel con otra cara, con cara de no reconocerse a sí mismo, y entonces la vanidad de mujer se me subió a la cabeza, me creí domadora de jotos o no sé qué y empecé a sentirme de veras lujuriosa, de veras lesbiana, mordí a Gamaliel en una oreja, le saque sangre y si no se acaba la música por Dios que nos ponemos a darle de verdad enfrente de todo el mundo».
El alimento del artista.
Enrique Serna.
«El papel de víctima te quedaba bien cuando tenías dieciocho años, no ahora que vas a cumplir cuarenta. A esa edad los traumas ya hicieron costra. Y además es muy temprano para que me acuses de haberte desgraciado la vida. Eso anima la conversación a las dos de la mañana, pero suena muy falso cuando ni siquiera te has tomado tu primera cuba».
La última visita.
Enrique Serna.
• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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• SERIALES •
Paul Kelly (Antonio Magro):
Una vez leí una monografía suya. Incluso entendí una parte.
Dr. Laszlo Kreizler (Daniel Brühl):
¿Es por eso que estamos aquí?
Paul Kelly (Antonio Magro):
«El daño que le causamos a nuestros hijos regresa a nosotros mismos». Un título atrapante.
Dr. Laszlo Kreizler (Daniel Brühl):
¿Tiene hijos, señor Kelly?
Paul Kelly (Antonio Magro):
Considero que todos los pobres de Five Points son míos. Abusados por sus superiores, estafados por Wall Street, rechazados por los millonarios. Me enorgulleció ver a mi gente recién. Por fin se pusieron de pie.
• MINIFICCIÓN •
REUNIÓN LABORAL
MARCO DE MENDOZA
Gonzalo esperaba el autobús impaciente. Había caminado demasiado y estaba agotado, fastidiado. La gente a su alrededor lo miraba sin decir nada. Ya no quería seguir, así que bajo la maleta que llevaba al hombro y sacó primero una parte; luego, con dificultad sacó otra parte. Cada vez más gente lo miraba y encerraba en un circulo. Chacoteaba, como recordando. Empezó a temblar, sus movimientos torpes luego lo hicieron notar que la sangre recorría sus brazos, fría y espesa. Haber destazado a su jefe luego del altercado en aquella junta laboral e intentar llevarlo a cualquier otra parte metido en una maleta a las 3:00 de la tarde, en medio del periférico, le estaba resultando mala idea.
—¡Gonzalo, despierta! —Le gritaba su mujer mientras lo agitaba levemente en la cama—
—Es llamada de tu jefe.
La pesadilla de Gonzalo, recién comenzaba.
«El artista no sólo debe entrenar el ojo, sino también su alma.»
Wassily Kandisnksy