• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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Literatura en Miniatura🪶

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• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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«Poco a poco fue renaciendo la confianza en nosotros. A la luz de un claro que se abría en torno suyo vi su rostro desencajado, y sus ojos abiertos, terriblemente abiertos, me aterrorizaron. Pensé que algo semejante le ocurriría a él respecto de mí. Cuando quise hablar, mi voz se hiló en una especie de suspiro, como si un escape interior me impidiera hacer presión en la garganta. Alargué la mano tímidamente, para cerciorarme de si el hombre que tenía delante era realmente un ser vivo, o un cadáver de varios días, como el que habíamos hallado cierta vez en el corte. Mi compañero movió ligeramente la cabeza y entonces vi que su boca se rasgaba sobre una fila de dientes de un blancor poco más intenso que el de la piel. Se pasó el anverso de la mano por la frente, ató —así— las rodillas con los brazos, y dijo, en tono triste y resignado: —Hola, hermano».
-El bejuco
Lino Novás Calvo.
«A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de las mejores alumnas de su grado.
—Yo voy a ir porque estoy invitada —dijo—. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.
—Ah, sí, tu amiga —dijo la madre. Hizo una pausa—. Oíme, Rosaura —dijo por fin—, esa no es tu amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada más.
Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.
—Callate —gritó—. Qué vas a saber vos lo que es ser amiga».
La fiesta ajena.
Liliana Heker.
• SERIALES •
EUPHORIA
T.1 E.2
Fezco (Angus Cloud):
—La verdad es que todo tu asunto con la droga me puso mal.
Rue (Zendaya Stoermer):
—Vamos, no te me ablandes.
Fezco (Angus Cloud):
—No, no es eso. Es que me agradas. Te extrañé y, la manera en que comenzó el verano me asustó mucho.
Rue (Zendaya Stoermer):
—A ti y a todos los demás.
Fezco (Angus Cloud):
—En serio Rue. He visto morir a mucha gente. Nadie como tú. No sé qué locura tienes en la cabeza y no sé cómo ayudarte. Pero lo que sí puedo decirte es que la droga no es la respuesta.
Rue (Zendaya Stoermer):
—Recuerdo cuando tenía once años. Fue un par de meses después de que diagnosticaron a mi papá y nos dieron su pronóstico; era bueno, realmente bueno. Era como ochenta-veinte y decidimos celebrar; así que pedimos comida china. Recuerdo que, esa noche, estaba acostada en la cama entre mis padres y de pronto no podía respirar. Fue como si no quedara nada de aire en todo el mundo. Estaba jadeando y entré en pánico. Llamaron a la ambulancia y pensaron que era una reaccion alérgica o una mierda así. Cuando llegué al hospital, me dieron Valium líquido. Sí. Para calmarme. Y cuando me hizo efecto, pensé «es esto». «Esta es la sensación que he buscado durante toda mi vida, desde que tengo memoria˝. Porque, de pronto, el mundo se silenció. Y me sentí a salvo, en mi propia mente. Dos años después, papá había muerto. Los ataques de pánico siguieron. Y yo hallé una forma de vida. ¿Terminará matándome? Puede ser. Demonios… tal vez no, no sé.
¿Seguirás siendo mi proveedor, Fez?
Fez (Angus Cloud):
—No sé, pero juro que estás tremendamente loca hermana. Y estoy demasiado drogado para tener está conversación ahora.
Rue (Zendaya Stoermer):
—Sí, yo también. Yo también, maldita sea.
• MINIFICCIÓN •
Freddy y yo llevamos varias horas en la cocina; esto es un desastre. Hoy es su cumpleaños y hemos decidido celebrar preparando un pastel rebosante de damascos que cortamos del árbol de la abuela. La puerta principal se escucha tronar, es mamá que llega. —Seguro va a enfadarse. —Freddy, ¡limpia, limpia ya! La cara de mamá lo dice todo, cuando me encuentra con la cara bañada en harina y gritándole a Freddy adecentar la cocina ya.
Sin decir nada, pero con su cara de pasmo, mamá me toma de la mano, y tierna, me acaricia el rostro blanquecino al tiempo que me premia con un dulce. —Cómelo, te hará bien; yo lo como con gusto mientras miro a mamá que no deja de mirarme enternecida, cariñosa. —¡Qué amargo, dame agua! —le protesto—. Apenas pasan unos minutos y yo siento la cabeza como si recién despertara de una pesada siesta, —Pero mamá, ¿qué es todo este desastre en la cocina? —cariño, ocurre que tú y Freddy han estado… — Pero, ¿quién es Freddy mamá? —le interrumpo—. —Anda, ayúdame. Vamos a limpiar.
• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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Pedrito salió esa mañana en dirección a la escuela. Todos los días pasaba por aquella casona custodiada por un imponente doberman de ojos vivaces y firmes orejas. De lejos, miraba como el can lo seguía con la mirada, sin perderlo ni un instante hasta que inevitablemente, desaparecía al doblar la esquina. Todos los días, Pedro repetía la misma faena, cada día más cerca del enorme zaguán, como con la intención de finalmente, familiarizar con el animal.
Pronto, aunque con temor aún, el muy párvulo estaba ya frente al mamífero aquel, quien apresurado, olfateaba el rededor.
Pedro sonrió, estiró la mano, pero salió corriendo. El perro, sin embargo, se quedó ahí sin moverse, fijando la mirada en la criatura que no paraba de correr. Al día siguiente, Pedrito repitió la acción, ésta vez, sin correr. El doberman no hiso nada, ni siquiera pareció olfatear; se quedó echado muy cerca, pero alerta. Pedro por fin le acarició la cabeza y sonrió satisfecho. La escena se repitió por varios días hasta que, luego de muchas intentonas, ambos ganaran confianza. Pedro ya consideraba a aquel animal su nuevo «mejor amigo». Un día se dió cuenta que aquel enorme zaguán nunca estaba cerrado; empujó con fuerza y se coló por una orilla.
Sonreía emocionado, mientras el perro se mantenía alerta y en igual emoción. Jugaron, corrieron alrededor del patio hasta que Pedro cayó rendido, no podía dar un paso más; nunca había corrido tanto. Ese día era muy noche ya.
En desesperacion, la madre de Pedro describe su ropa y señas particulares a un oficial de policia. Hace 2 días que llora su desaparición.
En tanto «Butcher», lenguetea sus afilados colmillos y limpia grácilmente sus bigotes luego de zanjar el embrollo. Da la vuelta y avanza rechoncho alrededor del patio hasta el zaguán. Listo y atento, para una nueva cría.
Marco de Mendoza.
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—¡No te atrevas a morder a Toto! ¡Deberías avergonzarte! ¡Tan grande y queriendo abusar de un perro tan chiquito!
—No lo mordí —protestó el León, mientras se acariciaba la nariz dolorida.
—No, pero lo intentaste —repuso ella—. No eres otra cosa que un cobarde.
—Ya lo sé —contestó el León, muy avergonzado—.
Siempre lo he sabido. ¿Pero cómo puedo evitarlo?
—No me lo preguntes a mí. ¡Pensar que atacaste a un pobre hombre relleno de paja como el Espantapájaros!
—¿Está relleno de paja? —inquirió el León con gran sorpresa, mientras la observaba levantar al Espantapájaros ponerlo de pie y darle forma de nuevo.
—Claro que sí —dijo Dorothy, todavía enfadada. —¡Por eso cayó tan fácilmente! —exclamó el León—. Me asombró verlo girar así ¿Este otro también está relleno de paja?
—No; está hecho de hojalata —contestó Dorothy, ayudando al Leñador a ponerse de pie.
—Por eso me desafilo las garras. Cuando rasqué esa lata, me estremecí todo. ¿Qué animal es ese que tanto quieres?
—Es Toto, mi perro.
—¿Es de hojalata o está relleno de paja?
—Ninguna de las dos cosas. Es un… un… perro de carne y hueso.
-El maravilloso Mago de Oz
(El León cobarde)
Lyman Frank Baum.
«[… ] creo que si un hombre viviera su vida de manera total y completa, si diera forma a todo sentimiento, expresión a todo pensamiento, realidad a todo sueño…, creo que el mundo recibiría tal empujón de alegría que olvidaríamos todas las enfermedades del medievalismo y regresaríamos al ideal heleno; puede que incluso a algo más delicado, más rico que el ideal heleno. Pero hasta el más valiente de nosotros tiene miedo de sí mismo. La mutilación del salvaje encuentra su trágica supervivencia en la autorrenuncia que desfigura nuestra vida. Se nos castiga por nuestras negativas. Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular se multiplican en la mente y nos envenenan. Que el cuerpo peque una vez, y se habrá librado de su pecado, porque la acción es un modo de purificación. Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de un remordimiento. La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal. Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo suceden en el cerebro. Es también en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde se cometen los grandes pecados. Usted, señor Gray, usted mismo, todavía con las rosas rojas de la juventud y las blancas de la infancia, ha tenido pasiones que le han hecho asustarse, pensamientos que le han llenado de terror, sueños y momentos de vigilia cuyo simple recuerdo puede teñirle las mejillas de verguenza…».
-El retrato de Dorian Gray
Oscar Wilde.