Lo que nunca se ha tenido no se debería echar de menos.

Lo que nunca se ha tenido no se debería echar de menos.

«Mi madre no nació del barro, nació del cristal, delicada, frágil. Eso dijo mi padre aquel lejano día. Pero yo, creo que no, creo que mi madre no se perdonó jamás porque ella era tan de barro o más que cualquiera de nosotros. Ella era del barro más poroso, más humano que existe».

Su propia penitencia,
Rocío Díaz.

Nadie se ve si no lo han visto.

Nadie se ve si no lo han visto.

«Como no pueden otra cosa y se pasan la vida escuchando lo que ocurre en el mundo exterior, los escorpiones se dan entre sí los más diversos nombres: amor mío, maldito seas, te quiero con toda el alma, por qué llegaste tan tarde, estoy muy sola, cuándo terminará esta vida, déjame, no sabría decirte si te quiero. Palabras que oyen desde el fondo de los ladrillos, desde la podredumbre seca y violenta, entre las vigas de algún hotelucho, o desde los fríos tubos de hierro de un excusado oloroso a creolina. Porque ellos, repetimos, no saben que se llaman escorpiones o alacranes. No lo saben. Y así, sin saberlo, se sienten requeridos por alguien en las tinieblas, entre besos húmedos o pobres centavos que suenan sobre una mesa desnuda, y salen entonces para ser muertos y para que se hable de ellos en los lavaderos donde las mujeres reprenden a los niños, y los niños de pecho devoran a sus madres apenas sin sentirlo».

El sino de los escorpiones,
José Revueltas.

Hechos fortuitos generan teorías erróneas.

Hechos fortuitos generan teorías erróneas.

«Me armé de valor, fingí no advertir el escorpión que aún se debatía en mi plato, lo comí distraídamente junto con el huevo y hasta pasé la corteza de un pan para no dejar ni una pizca de huevo y escorpión. No resultó tan repugnante como temía. Un poquito ácido tal vez, pero esta sensación puede deberse a que aún yo no tenía el paladar acostumbrado a la ingestión de escorpiones. Con el último bocado, sonreí, satisfecho. Después pensé que la quitina del escorpión, más dura de lo que yo hubiera deseado, podría caerme indigesta, y con delicadeza, para no ofender al resto de los escorpiones, bebí un vaso de sal de frutas».

Para defenderse de los escorpiones,
Fernando Sorrentino.

Guerra entre hermanos.

Guerra entre hermanos.

• SERIALES •

Vikingos

Donal Logue (Rey Horik):

Esperaremos a ese demonio traicionero, y también a tu hermano. Salvo que Rollo te haya dicho otra cosa.

Travis Fimmel (Ragnar Lothbrok):

No, Rey Horik. No he tenido noticias de mi hermano, pero aún creo en mi corazón que no me traicionará, por que no tiene motivos.

Gustaf Skarsgård (Floki):

¿Quién necesita un motivo para la traición? Uno siempre debe pensar lo peor Ragnar, hasta de su propia familia. De esa manera, evitas muchas decepciones en la vida.

Garantías de Felicidad.

Garantías de Felicidad.

«Y, por último, veía aparecer en el marco de la puerta que da a las habitaciones interiores una especie de aparición, la novia, cuyas facciones apenas se divisan bajo la nubecilla del tul, y que pasa haciendo crujir la seda de su traje, mientras en su pelo brilla, como sembrado de rocío, la roca antigua del aderezo nupcial… Y ya la ceremonia se organiza, la pareja avanza conducida con los padrinos, la cándida figura se arrodilla al lado de la esbelta y airosa del novio… Apíñase en primer término la familia, buscando buen sitio para ver amigos y curiosos, y entre el silencio y la respetuosa atención de los circunstantes… el obispo formula una interrogación, a la cual responde un «no» seco como un disparo, rotundo como una bala. Y -siempre con la imaginación- notaba el movimiento del novio, que se revuelve herido; el ímpetu de la madre, que se lanza para proteger y amparar a su hija; la insistencia del obispo, forma de su asombro; el estremecimiento del concurso; el ansia de la pregunta transmitida en un segundo: «¿Qué pasa? ¿Qué hay? ¿La novia se ha puesto mala? ¿Que dice «no»? Imposible… Pero ¿es seguro? ¡Qué episodio!…»

El encaje roto, Emilia Pardo Bazán.

Apariencia Pétrea

Apariencia Pétrea

«Soy Harpo, una gárgola geoestacionaria. Mi misión consiste en emitir mensajes cifrados interplanetarios con el fin de disuadir de cualquier intento de colonización de la Tierra. Mis electromagnetodiodos difunden periódicamente cadenas de pasquines estelares advirtiendo a las musarañas extraterrestres y otros celéntereos galácticos de la inexorable degeneración del hábitat del Planeta y de la salud mental del la especie de parásito que actualmente lo tiene domeñado».

Dendritas insurrectas, Raúl García.