Garantías de Felicidad.

Garantías de Felicidad.

«Y, por último, veía aparecer en el marco de la puerta que da a las habitaciones interiores una especie de aparición, la novia, cuyas facciones apenas se divisan bajo la nubecilla del tul, y que pasa haciendo crujir la seda de su traje, mientras en su pelo brilla, como sembrado de rocío, la roca antigua del aderezo nupcial… Y ya la ceremonia se organiza, la pareja avanza conducida con los padrinos, la cándida figura se arrodilla al lado de la esbelta y airosa del novio… Apíñase en primer término la familia, buscando buen sitio para ver amigos y curiosos, y entre el silencio y la respetuosa atención de los circunstantes… el obispo formula una interrogación, a la cual responde un «no» seco como un disparo, rotundo como una bala. Y -siempre con la imaginación- notaba el movimiento del novio, que se revuelve herido; el ímpetu de la madre, que se lanza para proteger y amparar a su hija; la insistencia del obispo, forma de su asombro; el estremecimiento del concurso; el ansia de la pregunta transmitida en un segundo: «¿Qué pasa? ¿Qué hay? ¿La novia se ha puesto mala? ¿Que dice «no»? Imposible… Pero ¿es seguro? ¡Qué episodio!…»

El encaje roto, Emilia Pardo Bazán.

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Amabilidad de Esposa.

Amabilidad de Esposa.

«La novia no era bonita, pero sí muy joven. Tenía un vestido de casimir azul, con pequeñas aplicaciones de terciopelo aquí y allá, y abundantes botones de metal. Continuamente inclinaba la cabeza para observar los puños del vestido, rígidos, almidonados y altos. Le molestaban un poco. Era bastante evidente que sabía cocinar y que tenía como expectativa seguir haciéndolo, como un deber. El rubor causado por la mirada escrutadora de algunos pasajeros cuando ella entraba al coche, era algo nuevo en su habitual semblante opaco, de rasgos convencionales, casi ausentes de emoción.
Evidentemente eran muy felices».

La novia llega a Yellow Sky, Stephen Crane.