Una casa llena de libros y un jardín lleno de flores
Andrew Lang

Karaska

Karaska

Karaska

Karaska

Karaska
Una casa llena de libros y un jardín lleno de flores
Andrew Lang
Por fin subió las escaleras. La puerta no estaba cerrada con llave. Entró y miró hacia la ventana, y allí seguía Marjorie, sobre el pequeño baúl. Le llegó entonces la intensa fragancia de las rosas. Golpeó sus suaves pétalos. El brazo de Marjorie se había caído. Se había roto el equilibrio perfecto y su mano colgaba por fuera de la ventana, como para atrapar el viento.
Luego Howard advirtió que todo se había detenido. Era exactamente como él había temido, exactamente como había soñado. Había tenido un sueño que se había hecho realidad.
Retrocedió despacio, salió del cuarto y bajó corriendo las escaleras.
La primera persona que vio en la esquina de la calle era un policía que miraba volar las palomas.
Se acercó a él y se quedó a su lado.
—¿Sabe usted lo que hay allí arriba, en aquella habitación? —preguntó al fin.
Le turbaba preguntarle algo a un policía con aquellas flores tan hermosas en la mano.
—¿Qué hay? —preguntó a su vez el policía.
Howard inclinó la cabeza y hundió la cara en las rosas. —Una mujer muerta. Marjorie está muerta. —¡Oh! ¡Caramba! —decía el policía mientras Howard, perplejo, miraba a un lado y a otro.
Le observaba con firmeza, memorizando para siempre la indescriptible y polvorienta figura de grandes ojos grises y cabello pajizo.
—Y supongo que las gotas rojas de sus pantalones son pétalos de rosa, ¿verdad?
Al fin asió al hombre de mirada fija por el brazo.
—No tengas miedo, muchachote. Yo subiré contigo —dijo.
Dieron la vuelta y se encaminaron hacia la casa, codo con codo. Cuando las rosas se desprendieron de los dedos de Howard y fueron cayendo de cabeza a lo largo de la acera, las niñas corrieron a cogerlas furtivamente y se las pusieron en el pelo.
-Flores para Marjorie
Eudora Welty
• MINIFICCIÓN •
Mi abuelita me dijo:“Nunca te dejes hacer cochinadas. Los hombres que vienen del Norte, dicen que les abren las bocas a las mujeres, meten lengua y tentalean por todas partes. Nunca dejes que te metan la cochina lengua, qué es eso, es pecado, te digo lo siguiente porque sé de Toño, tu novio. Está de buen ver, pero acuérdate, entre más bien parecido el hombre es más pecador. A ti no se te ocurra abrir la boca , llegas luego con una panzota que para qué te cuento. Te puedes desgraciar para toda tu vida, ni quien te quiera sin tu valor. ¿Pusiste cuidado a lo que dije?”Por eso no entendí cuando me empezó a crecer la panza. Nadie me hablaba. Yo no pequé. Me acuerdo que cerré la boca con todas mis fuerzas y no dejé que Toño me agarrara cosas, ni nada. No abrí la boca. Nada más abrí las piernas para que él se entretuviera y no le pasara por la cabeza la idea de meterme su cochina lengua pecadora a la boca. Toño me dijo: “Deja meter mi olotito para que parezcas flor”.Ahora no entiendo a mi abuelita. Ni ella me entiende a mí; tampoco entiendo a Toño, se me ha retirado y yo con tantas ganas de ser una flor.
«Dichosos aquellos que son capaces de entender el lenguaje de las flores y de las cosas mudas».
Charles Baudelaire.
Thorns and Roses
Naska Artwhelve
Indesicion
Stephan Duquesnoy
Flor
Salvador Delgado
Peonies and Doves
Jeszika Le Vye
Narciso de Manojo
Macoto Murayama
Sin título (de la floración, una dispersión de flores y otras cosas)
Edwin Parker
Flor Fractal
María Oriza
Meditación (En el balcón)
Vojtěch Preissig
La unión de la esperanza y la tristeza
Gail Potocki
• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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