El miedo es un veneno que se convierte en costumbre.

El miedo es un veneno que se convierte en costumbre.

«Según doña Amparo, esa serpiente era nada más y nada menos que la cincóatl, una víbora que se mete a las casas de las mujeres que amamantan a sus hijos para robarles la leche. El animal visita por las noches a las madres y suelta un veneno o hedor que las adormece para poder quitarles el líquido hasta dejarlas sin nada. En su pueblo se dice que incluso han visto casos en que la cincóatl deja que los niños jueguen con su cola mientras ella bebe la leche».

La cincóatl, Itzel Espinosa Fuentes.

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Castro.

Castro.

«El trueno les recordó que debían volver a casa. Los páucares chismosos anunciaron desde sus nidos colgantes que dos hombres regresaban por donde vinieron. Antes de ascender a la cresta, Crisóstomo volteó a mirar el sitio donde quedaba abierto el cuerpo de la víbora. Pero ya no estaba allí el animal despanzurrado por el cuchillo del cazador: en su lugar se hallaba tendido un cuerpo humano, abierto por un tajo que bajaba desde la barbilla hasta el pubis, exhibiendo sus entrañas bajo el haz de luz que se filtraba en el claro del bosque.

Las hormigas anayo comenzaban a dar buena cuenta de él. Era sólo un pobre infeliz con su mismo rostro: el rostro de Crisóstomo».

Shushupe.

Dante Castro.

Galeano.

Galeano.

«Luego de ayunar lo convenido, con los poderes que le dio Huayramama, Don Emilio tuvo fuerza para dirigir el viento y las lluvias, y curaba a quienes venían de lejos. Lo visitaban gentes a punto de morirse porque les había soplado un mal viento, los que perdían sus cosechas, mujeres atormentadas por las borrascas, o simplemente pescadores que no cogían nada porque los ríos estaban crecidos».

Huayramama.

Juan Carlos Galeana.

Minientrada

Insumisos primarios.

• MINIFICCIÓN •

La joven pareja y el casero.

Isidro Moreno

Descubrieron ignotos y prohibidos placeres. Como consecuencia fueron expulsados por el bonachón de su casero.
Aquello tenía nuevos inconvenientes no previstos, pues suponía que debían buscarse el sustento diario. Además descubrieron y cataron la acritud de la vida, sin embargo, no se arrepentían de su decisión. Ambos se habían aburrido de aquel paraíso y de la monotona felicidad eterna.
Almenos ahora, los días son más animados. A menudo recuerda con nostalgia los viejos tiempos y, con el pequeño Caín en sus brazos, Eva maldice a la serpiente, pero presiente el inicio de una fructífera humanidad.