
«Entonces no había día en que no soñara, en que el sueño no fuera el acoso de gentes como fantasmas, de rostros asediándome, de manos buscando agarrarse a mi cuerpo para estrangularlo en un instante que no llegaba, milagrosamente, que no llegaba jamás. ‘Son cuentos suyos’, decía mamá. Y no eran cuentos míos: eran mis sueños, sueños que al día siguiente elaboraba y reelaboraba para poder decir por las mañanas algo, para poder insistir (‘volví a soñar con el negro’), aunque siempre hallaba la misma respuesta (‘son cuentos suyos, déjese de historias, quién diablos se las estará metiendo en la cabeza’), la respuesta desconsoladora de siempre. Desconsoladora porque quería que me creyeran».
-El lento olvido de tus sueños
Óscar Collazos.