«El matrimonio debe combatir sin tregua un monstruo que todo lo devora: la costumbre».
Honoré de Balzac

Susan Craik

José Gutiérrez de la Vega

Lee Ferrara

Arturo Cisneros

Marc Chagall

Jan Van Eyck

Raúl Lara Naranjo
«El matrimonio debe combatir sin tregua un monstruo que todo lo devora: la costumbre».
Honoré de Balzac







• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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AFORISMOS
«El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.
Carl Gustav Jung

«Pero sus ojos se llenaron de lágrimas. Eran lágrimas de soledad y autosuficiencia. Él se acomodó despacio en la silla, dejando caer las manos. Simplemente no podía entenderlo. No podía entenderla. Se le cruzó por la mente que Rose no tenía intención alguna de casarse con él, pero ese era un pensamiento demasiado monstruoso, y entonces buscó su propio consuelo: Mañana estará bien, es el golpe, eso es todo. Estaba a punto de decir: “Pues bueno, si no hay nada que yo pueda hacer, será mejor que me vaya; vendré a verte mañana”, cuando Rose le preguntó con delicadeza, como si le supusiera un gran esfuerzo prestarle atención:
—¿Te apetece una taza de té?
—¡Rose! —gritó desconsolado.
—¿Qué? —Sonaba infeliz pero obstinada; y no había manera de llegar a ella, estaba fuera de su alcance, tras una barrera de… ¿De qué? George no lo sabía».
-La otra mujer
Doris Lessing

«Te echaste un trago de tequila y mordiste lo que «el Suave» te ofrecía. Chirrió como chicharrón salido del horno. Diste un salto y gritaste: -¿Qué es esto?¿Chicharrón? -¡No… gusanos! ¡Purititos gusanos de maguey! de donde sale el pulque… Pero… ¿no los había comido usted? Miraste espantado. ¡Gusanos! ¡Comiendo gusanos! Blancos, gordos y redondos como salchichas arrastrándose… Diste un grito solemne y brincaste como liebre hasta el mostrador pidiendo ¡agua! ¡agua! Te llamé, pero parecías no oirme. Con un vaso de cerveza en la mano cantabas la Marsellesa, en francés, y marcabas con el pie el compás. Estabas ya, plenamente, en la atmósfera nácar-rosa en que te gustaba vivir. Los mariachis tocaron y tú caminabas resuelto, con increíble agilidad. Como si anduvieras sobre un techo de nubes… Te metiste la mano en el bolsillo y tiraste un billete de cien pesos sobre la mesa».
-Solsticio de amor
Lolo de la Torriente
• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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Bebí tu cuerpo enardecido, ráfaga sutil que esparce veneno como un fuerte brebaje, como candente tequila, como agua de vida. Obsesión bendita que aniquila, que me ata al cuerpo que venero y amo. Soy un ente que te aclama, que perverso bebe de tu boca con ahínco, con deseo; como un ave que clama por un poco de rocío. Beberé tu cuerpo, gota a gota hasta el hastío y comenzaré de nuevo, como un ebrio que sin ti ya tiembla, como un sueño que me salva y me conduce hasta la gloria. Bebí de ti, bebiste, bebimos. Y es un sueño que emana vida aunque esté ausente, aunque a ratos, aunque siempre. Bebámonos y volvamos a empezar, que la vida es breve, que el tiempo no perdona y que tú y yo amor tenemos aunque a ratos nos perdamos.
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• MINIFICCIÓN •
Sí, soy su esposa. Gracias, todavía estoy intentando asumirlo, hace apenas tres horas que hablé con él, cuando me llamó para avisarme que la reunión acabaría tarde. No, no tengo ni idea de quien era la chica que ocupaba el asiento del copiloto. Sí, me duele en el alma, como comprenderá, pero por mucho que usted confíe en una futura recuperación, es un gasto enorme y no podemos permitírnoslo, tengo que pensar en el futuro de mis hijos. No, no espere por mí, estoy preparando la cena de los niños y mañana madrugo, puede desenchufarlo ya. Despídame de él por favor, gracias.
• MINIFICCIÓN •
Mientras Aladino duerme, su mujer frota dulcemente su lámpara maravillosa. ¿En esas condiciones, ¿qué genio podría resistirse?
• DESCANSAMOS LOS MARTES •
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Pérdida
Y ella, aún inocente, besó al sapo creyendo que cambiaría; más el sapo envalentonado levantó la mano y la volvió a golpear. Era una guerra innecesaria, y ella la perdía.
Marco de Mendoza
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«—La nicotina sí mata.
La voz de mujer venía suavemente al aire, se deslizaba de un balcón al otro, al suyo, y Emiliano la oía, sorprendido, en medio de los golpes lejanos del mar.
—Hay que darla con cuidado, mezclarla suavemente con algún trago, tal vez champaña».
Lola, o los cómplices involuntarios,
Emilio Carballido.