Carne Trémula.

Carne Trémula.

Te desnudas frente al espejo y ves tu cuerpo, tocado por tan pocos hombres y gozado en verdad por ninguno. Y suspiras con cierta nostalgia al ver tus senos erectos, tus pezones carnosos, y recuerdas que las líneas de tu cuerpo, de esbelta suavidad, han logrado encender ánimos. Sabes bien quiénes han flaqueado por el rictus de tus labios y la ondulación de tu cabeza cuando la haces girar impensada­mente. Y lo único que ha podido impedirte el pleno goce de la vida ha sido tu inculcado temor, tu ancestral peso de siglos, el de tu bisabuela, el de tu abuela, el de tu madre, algo más atenuado en cada caso aunque siempre presente: la vigilancia constante de papá, el celo por la virginidad, por la decencia, por el decoro y, todo lo demás. Crees que ha llegado el momento de romper esos atavismos

-La decisión

José Alcántara Almánzar.

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La ventana indiscreta.

La ventana indiscreta.

La ventana de la izquierda me llevaba a la dulce vida privada de una pareja. La curiosidad me apremiaba a llegar temprano a casa e inmediatamente me colocaba en un buen lugar de observación. La mujer entraba a eso de las cinco y media, se desnudaba rápidamente y empezaba a realizar los quehaceres para que su hombre encontrara limpias las habitaciones y lista la comida. Era algo gorda; joven, eso sí, y muy dinámica; no se sentaba nunca, parecía una abeja en actividad constante. Cuando llegaba su hombre, ella lo besaba y se quedaban abrazados un momento. Luego él ponía sobre una mesa el periódico que traía bajo el brazo y se tiraba en la cama, lleno de apetitos impostergables, llamando a su mujer con las manos extendidas. Ella lo miraba golosa, vacilando entre ocuparse de la olla que había dejado en la estufa y el placer que le prometía su amado y sin pensarlo mucho corría una delgada cortina y se echaba sobre su hombre. El visillo me nublaba la imagen. A prima noche y con las luces sin encender aún era muy poco lo que podía ver a través del fino velo que la mujer interponía entre ellos y yo. Me complacía el movimiento de aquellos cuerpos en íntima comunicación, aquella alegre fiesta de la carne sudorosa y tensa, adivinada más que efectivamente vista desde mi puesto de mira.

-Ruidos

José Alcántara Almánzar

Sabor morbo.

Sabor morbo.

«Nancy se acercó con cautela gatuna y comenzó a quitarme la ropa. Ponía cuidado morboso en ese acto sensual tan frecuente en su trabajo. Debía estar acostumbrada a las posesiones violentas, a hombres que le sacan provecho a cada segundo. Yo, en cambio, era un rorro, al que había que enseñar a hacer las cosas. Y eso atraía su curiosidad, la encandilaba, provocara ademanes y frases. Sin darme cuenta quedé desnudo sobre la carne. Nancy contempló mi cuerpo con ojos voraces y pasó su mano por mi carne, ahora hecha piel de gallina. Sentí vergüenza, giré la cabeza hacia la pared, me cubrí con la sábana. Ese rechazo exacerbó su ánimo, pues tiró de la sábana firmemente, aunque sin violencia, y descubrió mi cuerno rígido».

-Con papá en casa de Madame Sophie

José Alcántara Almázar

De principio a fin.

De principio a fin.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

🍸

Té, querré.

Te querré con los sonidos del viento: acompasado, claridoso, vehemente y poderoso.
Te querré por quién eres, por quién fuiste y por quién un día serás.
Te querré a latidos fuertes, inimaginables y profusos, como tu alma. Potente.
Te querré de día, o de noche; también en la madrugada, donde preso de tu sueño te abrace y hasta con furia te posea.
Te querré indomable y libre, vociferante; porque así te quiero, te querré.
Te querré un domingo por la mañana disfrutando del café, leyendo a Borges, a Fuentes, o a Camus y también a Cortázar. Y si no leemos por instinto animal a Sade, sin decoro y con lujuria mío te haré, más te querré, con tu cuerpo ansioso y entregado que es mi templo venerado en reciedumbre.
Te querré al paso de los años, cuando el cansansio mengue y calme todo. Te querré aún más porque mi vida ya habrá sido toda tuya, eterna; como en sueño placido.
Te querré hoy y luego más tarde otro día cualquiera, porque para amarte solo necesité mirarte dentro, muy dentro.

Marco de Mendoza

🍸

Si estuvieras aquí.

Si estuvieras aquí.

• DECÍA MI ABUELA •
🌬️

Mi abuela decía que el amor es un puñado de hormigas alebrestadas metidas bajo la piel. Que avanzan trepidantes delimitando el terreno. Que si las tientas, las vas a sentir y que si las repeles, las sientes más. —Tú déjalas —me dijo—, un día avanzarán tu cuerpo, se conocerán y de pronto, encontrarán la paz en el calor de tu piel, y ten por seguro que a pesar de lo que hagas, ahí se van a quedar, porque te pertenecen, se pertenecen y eso no lo cambia nadie…
Ella decía tantas cosas.

🌬️

Visiones.

Visiones.

«En mi tiempo libre llevo una existencia primitiva. Hago ejercicios, más o menos desnudo, corro bajo el sol como un loco y salto a la comba. Por las tardes, cuando he acabado mi trabajo, voy a nadar al mar. Estoy convencido de que un cuerpo vigoroso y sano produce una obra vigorosa y sana. No veo a nadie, vivo en absoluta continencia

Joan Miró

Mujer delante del sol. Joan Miró
Lliure. Joan Miró
Dubitaciones.

Dubitaciones.

«La vida se va convirtiendo en una rutina que sólo los pequeños detalles hacen agradable. Por eso no creo que Juan tenga amoríos en la calle. Pero todo en la vida comienza un día. Y los hombres son así, como que nunca los comprendemos. Además de lo del machismo. Pero Juan lo combate. Juan dice… «éso siempre lo critican mis amigas». De inmediato yo expreso: “Juan dice”. Y es verdad, o puede serlo, ¡no importa! “Juan dice que no va a ser más hombre por tener más mujeres”. Pero… Esta noche es igual. Exactamente igual a las otras. Después de cenar sonó el timbre del teléfono y la voz de un hombre pidió hablar con él. Tapé el aparato y le dije: “¡otra vez!”. Cuando terminó escuché su voz cálida que me dijo: “Tengo una reunión importante”. Creo que no escuchó mi suspiro y el “hasta cuando”».

-A partir de esta noche

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

insufrible.

insufrible.

«Sí, hermano. Lo vi todo, todito. Y me dolió cuando te pegó el primer palo en la barriga y siguió hasta que te reventaste. Yo estaba ahí, hermano. Estaba acompañado de la mosca. Es más, la mosca es mi único testigo. Por eso la traigo hoy. Hoy que me gradué de hombre. Pero no te he dicho todavía que conté cuántos palos te dió el desgraciado en la barriga hasta que reventaste. Pero, ¡qué importa! Lo importante es que hoy hace un rato, cuando me encontré al americano que venía solo por el callejón oscuro que hay por la casa de Fela, le dí 37 puñaladas en la barriga. Y como la mosca estaba conmigo, ahora te la traigo hermano. Y ahora te puedo contar que lo ví todo, todito, pero no quise venir a contarte nada hasta tener la historia completa».

-El testigo

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Entramado

Entramado

«Las pesadillas volvieron después que ingresé al Departamento Secreto y comencé a tener temor de mis amigos y a alejarme de personas que pudieran perjudicar mi carrera. La soledad y el exceso de trabajo y las pesadillas y las preocupaciones por los casos no resueltos. Todo eso y las pesadillas. De noche despierto sudado, con el corazón golpeándome en la boca. Así, simplemente, el corazón que se sale y la mente que ordena que no, que no se salga, que a qué se le tiene miedo, y la mano que busca el botoncito de la luz y la pared vacía y fría que no responde a la mano y la mujer que despierta de mal humor y entonces me mira atravesado y que aunque no lo dice lo pregunta: “¿Tienes miedo?” Y mi mirada que se cruza con la suya y me hago el gallo y le contesto con los ojos que nunca he tenido miedo, que yo soy un macho, pero los sudores y el corazón saliéndose por la boca me traicionan».

-El sonámbulo

Bonaparte Gautreaux Piñeyro