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Amor apache.

• MINIFICCIÓN •

La revancha

Nicolás Jarque Alegre

El día que una ola salte más de lo convenido el espigón y se engulla a tu padre en medio de su pesca, no será la furia del mar Mediterráneo quien se lo lleve sino la justicia. Pero para ello, acuérdate de lanzar mis cenizas al mar.

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Mimetismo batesiano.

• MINIFICCIÓN •

La abuela

Marco de Mendoza

Piedad era su nombre. Todas las mañanas justo a las 6:00, siempre en punto, comenzaba por regar sus plantas; hablar con ellas, consentirlas, juguetearles. Algunas veces le ayudaba yo con esa tarea y un día, me regalo una de esas plantas. La llevé a casa y con la condición de cuidarla igual, la coloqué cerca de la ventana. Todos los días la procuro. Siempre bella, se toma un café conmigo mientras le platico de la oficina. Hoy se ve triste, parece que ha sido mucho sol. La llevo al living, junto al sofá donde la abuela, de niño, me acariciaba el cabello con la cabeza sobre sus piernas. Salgo a trabajar. Al llegar por la noche está marchita. Corro con ella al grifo mientras le suplico que no se muera, que por Piedad no se muera. Lloro como un niño, es mi compañía, es mi amiga; la siento irse. El teléfono suena, es mamá que llora igual que yo, sin poder hablar; ahogada en esas lágrimas que queman. Y entonces le susurro: «Lo sé, mamá. Lo sé».

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Divergente.

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Candela

María Pámpanas Rivero

—Sí, papá, pero, ¿y esa?
Cada muñeca era exacta a la anterior. En el largo del pelo, en la ropa, en la mueca del rostro.
—Papá, ¿y esa? Preguntó de nuevo Candela con los ojos vivos, curiosos—
—Está rota, cariño. No es tan bonita como las demás.
Candela examinó la muñeca descartada por su padre. Era más pequeña que las otras, estaba descalza y la camiseta que cubría su cuerpo, nada tenía que ver con los vestidos de sus inertes compañeras.
Su padre cogió las tres muñecas restantes.
—Papá, ¿entonces, yo estoy rota? —preguntó Candela mientras su padre cerraba la tapa del contenedor—.

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El futuro que ya es hoy.

• MINIFICCIÓN •

Hambruna.

Miguel Ángel Molina

El hambre asola a mi país. He sobrevivido un tiempo hirviendo libros y cinturones de cuero, pero las reservas se acabaron. Hace días que Nessy no maúlla y anoche fue la última vez que ladró Zar. Esta mañana engullí las sopas de letras de unos autodefinidos y para comer he devorado el bodegón de mi extinta colección de pintura. Anochece y mi imaginación se agota. Escribo esta carta para que se sepa cuánto hemos penado. Es breve porque he aprovechado algunas palabras superfluas para engañar a mi estómago. Malditas sean las guerras y l_s gobern_ntes q__ nos mat_n d_ h_mbr_.