Valor de hombre.

Valor de hombre.

«En un tiempo le llamaban Delgadito todas las muchachas y las mujeres casadas que corrían tras él; era tan escuálido que se le veían todos los huesos bajo su fina ropa de algodón. Entonces era un poeta y la revolución era solamente un sueño; demasiadas mujeres le amaban y mimaban su juventud, y nunca encontraba comida suficiente en ninguna parte, ¡en ninguna parte! Ahora es un conductor de hombres, hombres taimados que murmuran en su oído, hombres hambrientos que esperan durante horas ante su despacho para hablar una palabra con él, hombres demacrados con rostros salvajes que le salen al paso en la puerta de la calle con un tímido: «Camarada, déjame decirte…» y le echan el fétido aliento de sus estómagos vacíos en la cara».

-Judas en flor

Katherine Anne Porter.

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El futuro que ya es hoy.

• MINIFICCIÓN •

Hambruna.

Miguel Ángel Molina

El hambre asola a mi país. He sobrevivido un tiempo hirviendo libros y cinturones de cuero, pero las reservas se acabaron. Hace días que Nessy no maúlla y anoche fue la última vez que ladró Zar. Esta mañana engullí las sopas de letras de unos autodefinidos y para comer he devorado el bodegón de mi extinta colección de pintura. Anochece y mi imaginación se agota. Escribo esta carta para que se sepa cuánto hemos penado. Es breve porque he aprovechado algunas palabras superfluas para engañar a mi estómago. Malditas sean las guerras y l_s gobern_ntes q__ nos mat_n d_ h_mbr_.

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Quimeras.

• MINIFICCIÓN •

Cada cosa en su lugar.

Gustavo Simionato

Aunque digan que no se puede adquirir con dinero, ayer compré una porción de felicidad para microondas. Hay que tener cuidado porque el envase se parece al de fideos chinos instantáneos tan de moda hoy día. Es fácil notar la diferencia entre los fideos y la felicidad, pero al tratarse de productos instantáneos, en la vorágine de consumir pronto, uno puede llevarse un chasco. Y sepan que es tan desmoralizante esperar la felicidad en la mano y descubrir pastas deshidratadas, como prepararse para saborear fideos y encontrarse con una insulsa felicidad, innecesaria cuando nos ruge el estómago de hambre.