Sobre Amarres.

Sobre Amarres.

«Era dos minutos después de las diez; no estaba satisfecha con su ropa, su cara, su apartamento. Calentó café de nuevo y se sentó en la silla junto a la ventana. No puedo hacer nada más ahora, pensó, no tiene sentido tratar de mejorar algo a último minuto. Reconciliada, estable, trató de pensar en Jamie y no pudo ver su rostro claramente, u oír su voz. Siempre es así con alguien a quien amas, pensó, y dejó que su mente se deslice después de hoy y mañana, hacía el futuro lejano, cuando Jamie estuviera establecido con su escritura y ella hubiera dejado su trabajo, el hermoso futuro con casa en el campo que habían estado preparando la última semana. «Yo solía ser una excelente cocinera», le había dicho a Jamie, “con un poco de tiempo y práctica puedo recordar cómo hacer pastel de ángel. Y pollo frito”, dijo, sabiendo cómo las palabras se quedarían en la mente de Jamie, un poco tiernamente. “Y salsa holandesa”».

El amante demoníaco.

Shirley Jackson.

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Tentadora.

Tentadora.

«Al amanecer, ya en su casa, tiró los largos guantes a un rincón y se desnudó, se lavó una y otra vez la mano enferma y en la cama, antes de apagar la luz, la estuvo sonriendo y besando. Y es posible que dijera en voz baja las ternuras y los apodos cariñosos que estuvo pensando.
Se acomodó para el sueño y la mano, obediente y agradecida, fue resbalando por el vientre, acarició el vello y luego avanzó dos dedos para ahuyentar la desgracia y acompañar y provocar la dicha que le estaban dando».

-La mano

Juan Carlos Onetti.

Minientrada

Divergente.

• MINIFICCIÓN •

Candela

María Pámpanas Rivero

—Sí, papá, pero, ¿y esa?
Cada muñeca era exacta a la anterior. En el largo del pelo, en la ropa, en la mueca del rostro.
—Papá, ¿y esa? Preguntó de nuevo Candela con los ojos vivos, curiosos—
—Está rota, cariño. No es tan bonita como las demás.
Candela examinó la muñeca descartada por su padre. Era más pequeña que las otras, estaba descalza y la camiseta que cubría su cuerpo, nada tenía que ver con los vestidos de sus inertes compañeras.
Su padre cogió las tres muñecas restantes.
—Papá, ¿entonces, yo estoy rota? —preguntó Candela mientras su padre cerraba la tapa del contenedor—.