—Anoche soñe contigo—Cuéntame, ¿cómo fue?

—Anoche soñe contigo—Cuéntame, ¿cómo fue?

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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Libido

Prisionero quiero ser. Como un pájaro que en pleno vuelo, ávido de libertad, encontró en ti su jaula y su paz. Quiero entrar en esa jaula, teñirla de blanco y vivir ahí, con la libertad y satisfacción de entrar y salir y con ello, verte soñar. Vibrar, brillar. Quiero en ella posar, pajaro en celo aletear, dominar, dejarse llevar. Poseer. Aprisioname en tu jaula impoluta, y menguar ahí mis ganas, mi fuerza, mi alma en libertad. Que nada quede fuera de ella. Pájaro amante cautivo, que goza la andanada que esparce en su jaula, toda plena, toda tuya. Es tu jaula mi sitio y su calidez mi delirio. Su sabor a libido intenso que marea, que derrite; es todo lo que me altera. Me despierto en las mañanas, ave taciturna y enjuta, que al pliegue de esta jaula proteico despierta. Rigido, vigoroso y hasta engreido, toma forma, aleteo adusto. Llena su hogar, su jaula, la posee y transforma. Toda ella es vida, su vida y al teñirla de suave almibar blanco, sabe que es suya, que se pertenecen; pájaro sobrio y jaula bendita que al vilo comulgan, que son uno, que se entregan, se renuevan. Brisa cálida, candor jadeante; la jaula abre, la jaula cierra, al paso incesante de su ave, estremece. Pájaro vuelve con rabia, con anhelo.Penetra. Silencio. La jaula devora al pardillo cerril. Consumada prision en que hemos triunfado ya.

Marco de Mendoza

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Digna.

Digna.

• SERIALES •

The Witcher
T1 E3
Luna traicionera

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—Te asustaría saber que no conoces cada uno de mis pensamientos.

Istredd (Royce Pierreson)
—Me estás subestimando.
Iba a ir a Temeria por ti.

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—Esa fue tu decisión.

Istredd (Royce Pierreson)
—¿Para desperdiciar mis días con chismes de la corte?
Es tu fetiche, no el mío.

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—Un verdadero hombre expresa sus deseos.

Istredd (Royce Pierreson)
—¿Y cómo los reconozco?
Haces pasar tus deseos por míos.
Stregobor tenía razón, es justo por eso estás aquí, es justo lo que ella te ordenó. Todos somos peones.

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—No me aleccionará un hombre que se cree que el mundo es una aventura romántica.
¡Mi mundo es cruel! ¡impredecible!
¡Llegas, sobrevives, mueres!

Istredd (Royce Pierreson)
—No te queda el papel de víctima.

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—Ni a ti el de héroe.

Istredd (Royce Pierreson)
—¡Estás enojada porque perdiste la oportunidad de ser bella!

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—¡Quiero ser poderosa!

Istredd (Royce Pierreson)
—Para que todos te adoren y te vean.

Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra)
—Me corresponde.

Istredd (Royce Pierreson)
—No hay poder ni belleza que te haga sentir digna de nada.

Minientrada

Lo sombrío de la libertad.

• MINIFICCIÓN •

Nocturnidad

Miguelángel Flores

Rafalito se durmió soñando que algún día podría volar. Y durante la noche se fue entretejiendo un hilillo de seda que salía de su boca, creando un sudario sin luz que creció y creció hasta cubrirlo por completo. Por la mañana despertó amordazado, prisionero, como si se hubiera transmutado del todo su cama en armario sombrío. Y paso media vida mirando desde dentro. Cuando al fin se atrevió a escapar de él, lo hizo convirtiendo el lienzo en unas alas asombrosas y asombradas, con adornos de purpurina y lentejuelas. Un destello tan frágil como culpable, que pronto atrajo la atención de un coleccionista de mariposas nocturnas; aquel que, sin escrúpulos, clavó a Rafalito un alfiler oscuro, un delirio perpetuo, en medio del recién nacido remolino de su pecho.

Sueño espectral

Sueño espectral

«Prometieron que los sueños pueden hacerse realidad, pero olvidaron mencionar que las pesadillas también son sueños».

Oscar Wilde.

Black Dahlia Matt Lombard
Ex-Crucifixion Matt Lombard
Martyrs in purgatory Matt Lombard
The black Zodiac Matt Lombard
Deliver us to evil Matt Lombard
Silenced Matt Lombard
Secretas intenciones.

Secretas intenciones.

«La cara de Mrs. Miller se disolvió en una máscara de arrugas rojizas; empezó a llorar: un llanto artificial, sin lágrimas, como si, no habiendo llorado en mucho tiempo, hubiera olvidado cómo se hacía. Retrocedió cautelosamente. Siguiendo el contorno de la pared hasta sentir la puerta.
Atravesó el vestíbulo y corrió escaleras abajo hasta un descansillo. Golpeó frenéticamente la puerta del primer apartamento a su alcance. Le abrió un pelirrojo de baja estatura. Entró haciéndolo a un lado.
—Oiga, ¿qué demonios es esto?
—¿Pasa algo, amor? —Una mujer joven salió de la cocina, secándose las manos. Mrs. Miller se dirigió a ella:
—Escúchenme —gritó—, me avergüenza comportarme de este modo, pero…, bueno, soy Mrs. Miller y vivo arriba y… —Se cubrió la cara con las manos—. Resulta tan absurdo…
Vivo arriba. Una niña ha venido a verme, creo que le tengo miedo. No quiere irse y yo no puedo…, va a hacer algo horrible. Ya me ha robado un camafeo, pero está a punto de hacer algo peor, ¡algo horrible!».

-Miriam

Truman Capote.

Atracción fatal.

Atracción fatal.

«Se llevó un Old Gold a los labios, buscó una cerilla y suspiró al no encontrarla. La muchacha salió del umbral. Le tendió un encendedor pequeño y barato. Mientras la llama palpitaba, sus ojos, pálidos, apagados, de un verde gatuno, se clavaron en él con alarmante intensidad; tenían una mirada perpleja, asombrada, como si se hubieran quedado abiertos para siempre después de presenciar un hecho terrible. Un flequillo irregular le caía sobre la frente; el corte de pelo a lo chico resaltaba el aspecto juvenil, un tanto poético, de su cara delgada y sus mejillas hundidas; el tipo de rostro que suelen tener los jóvenes en los cuadros medievales.»

-El halcón decapitado

Truman Capote.

Básicos instintos.

Básicos instintos.

«Vivían y trabajaban en una casa tambaleante, estrecha como la aguja de una iglesia, con frágiles balcones rebosantes de buganvilla. Aunque no tenía un cartel que lo dijera, se llamaba Champs-Elysées. La madame, una inválida con aspecto de solterona asmática, la administraba desde una habitación del primer piso en la que permanecía encerrada, acunándose en una mecedora y bebiendo de diez a veinte Coca-Colas diarias. En conjunto, había ocho chicas trabajando para ella; aparte de Ottilie, ninguna de ellas contaba menos de treinta años. Por la noche, cuando las chicas se reunían en el porche para charlar y agitar abanicos de papel que aleteaban en el aire como polillas delirantes, Ottilie parecía una niña deliciosamente soñadora, rodeada por sus hermanas, mayores y más feas.»

-Una casa de flores

Truman Capote.