«Y nunca más habló ni una palabra, con nadie. Tampoco nosotros hablábamos de él. Sólo se pensaba en él. No, de nuestro padre no podíamos olvidarnos; y si, en algunos momentos, hacíamos como que olvidábamos, era sólo para despertar de nuevo, de repente, con su recuerdo, al paso de otros sobresaltos».
—¡No te atrevas a morder a Toto! ¡Deberías avergonzarte! ¡Tan grande y queriendo abusar de un perro tan chiquito! —No lo mordí —protestó el León, mientras se acariciaba la nariz dolorida. —No, pero lo intentaste —repuso ella—. No eres otra cosa que un cobarde. —Ya lo sé —contestó el León, muy avergonzado—. Siempre lo he sabido. ¿Pero cómo puedo evitarlo? —No me lo preguntes a mí. ¡Pensar que atacaste a un pobre hombre relleno de paja como el Espantapájaros! —¿Está relleno de paja? —inquirió el León con gran sorpresa, mientras la observaba levantar al Espantapájaros ponerlo de pie y darle forma de nuevo. —Claro que sí —dijo Dorothy, todavía enfadada. —¡Por eso cayó tan fácilmente! —exclamó el León—. Me asombró verlo girar así ¿Este otro también está relleno de paja? —No; está hecho de hojalata —contestó Dorothy, ayudando al Leñador a ponerse de pie. —Por eso me desafilo las garras. Cuando rasqué esa lata, me estremecí todo. ¿Qué animal es ese que tanto quieres? —Es Toto, mi perro. —¿Es de hojalata o está relleno de paja? —Ninguna de las dos cosas. Es un… un… perro de carne y hueso.
Mientras Dorothy miraba con gran interés la extraña cara pintada del espantapájaros, se sorprendió al ver que uno de los ojos le hacía un lento guiño. Al principio creyó haberse equivocado, pues ningún espantapájaros de Kansas puede hacer guiños, pero a poco el muñeco la saludó amistosamente con un movimiento de cabeza. La niña descendió entonces de la cerca y fue hacia él, mientras que Toto daba vueltas alrededor del poste ladrando sin cesar. —Buenos días —dijo el Espantapájaros con voz algo ronca. —¿Hablaste? —preguntó la niña, muy extrañada. —Claro. ¿Cómo estás? —Muy bien, gracias —repuso cortésmente Dorothy—. ¿Y cómo estás tú? —No muy bien —sonrió el Espantapájaros—; es muy aburrido estar colgado aquí noche y día para espantar a los pájaros. —¿No puedes bajar? —No, porque tengo el poste metido en la espalda. Si me hicieras el favor de sacar esta madera, te lo agradeceré muchísimo. Dorothy levantó los brazos y retiró el muñeco del poste, pues, como estaba relleno de paja, no pesaba casi nada. —Muchísimas gracias —le agradeció el Espantapájaros cuando ella lo hubo colocado sobre el suelo—. Me siento como un hombre nuevo.
-El maravilloso mago de Oz.
(De cómo salvó Dorothy al Espantapájaros).
«Por fin amaneció. Avanzó la aurora como una flor de fuego y retrocedió lentamente la oscuridad. El cielo se aclaró y la abrumadora belleza del paisaje surgió ante sus ojos como un mundo recién nacido».
Isabel Allende.
🍸
Guanajuato, México. Colección privada 2016. Marco Mendoza Mazamitla, Jal., México Colección privada 2015. Marco MendozaZacatecas, México Colección Privada 2009. Marco MendozaTequila, Jal. México Colección privada 2018. Marco MendozaEl Chico, Hidalgo. México Colección privada 2010. Marco MendozaTapalpa, Jal. México Colección privada 2015. Marco MendozaTlaquepaque, Jal. México Colección privada 2019. Marco MendozaReal del Monte, Hidalgo. México Colección privada 2010. Marco MendozaArandas, Jal. México Colección privada 2019. Marco MendozaLeón, Gto., México Colección privada 2016. Marco Mendoza