Apariencia Pétrea

Apariencia Pétrea

«Soy Harpo, una gárgola geoestacionaria. Mi misión consiste en emitir mensajes cifrados interplanetarios con el fin de disuadir de cualquier intento de colonización de la Tierra. Mis electromagnetodiodos difunden periódicamente cadenas de pasquines estelares advirtiendo a las musarañas extraterrestres y otros celéntereos galácticos de la inexorable degeneración del hábitat del Planeta y de la salud mental del la especie de parásito que actualmente lo tiene domeñado».

Dendritas insurrectas, Raúl García.

Mezcla de Tinieblas.

Mezcla de Tinieblas.

«El diario de Fortunato tenía la última entrada hacía como cuatro meses, describiendo algunos datos de una gárgola importada en 1890 de París, Francia, a Heredia, Costa Rica. Había sido tallada por la familia Boissan, que eran maestros canteros. Luego seguía describiendo detalles sin importancia. En el libro de historia de las gárgolas, encontró una leyenda extraordinaria, que se había extendido en la Europa Medieval, alimentada por el pensamiento fantasioso y pagano de la plebe. Le conferían a las gárgolas poderes místicos, sobrehumanos, donde estas figuras podían transformar o transmutar todo ser vivo, animal o humano, absorbiendo su energía vital y así preservarse en el tiempo. Era como una alquimia mental y espiritual, donde la conciencia atrapada en la gárgola, penetraba el nuevo cuerpo perpetuándose ya no en piedra, sino: ¡En un ser de carne y hueso! , ¡En materia viviente! Lo impresionó la vehemencia con que defendían estas extrañas y exóticas creencias, en esos seres fabulosos, fuera de toda lógica».

La gárgola, Gustavo Vinocour.

Blasfemia Perpetrada.

Blasfemia Perpetrada.

«Tal opinión se debía a lo que la gente pensaba de Reynard, ya desde su infancia, y que a su retorno se había reavivado. Justa o injustamente, su aspecto siempre le había granjeado el rechazo: era oscuro, de cabellos y barba de un negro azulado casi sobrenatural; sus ojos almendrados y brillantes le conferían un aire siniestro, perverso. Los supersticiosos atribuían sus ademanes melancólicos y taciturnos a prácticas nigrománticas. Incluso se lo acusaba de haber hecho un pacto con Satanás. Si bien eran vagas conjeturas, los rumores, aunque carentes de pruebas, terminan convirtiéndose en hechos. Quienes sospechaban de los diabólicos tratos de Reynard decían que aquellas dos gárgolas eran la prueba evidente. A menos que lo inspirara el Maligno, nadie podría ser capaz de plasmar semejante obra, que reflejase en la piedra el mal con tal perfección y detalle».

El escultor de gárgolas, Clark Ashton Smith.

Gully-Guts.

Gully-Guts.

• SERIALES •

The Sandman

Caín (Sanjeev Bhaskar):

—Está muy lindo, ¿cierto?

Abel (Asim Chaundhry):

—Creo que lo llamaré… Irving.

Caín (Sanjeev Bhaskar):

—Una gárgola no puede llamarse ‘Irving’, imbécil.

Abel (Asim Chaundhry):

—’Irving’ me gusta.

Caín (Sanjeev Bhaskar):

—Los nombre de gárgolas siempre empiezan con G. ‘Gormogón, Gladstone, Ganímedes…’

Abel (Asim Chaundhry):

—De acuerdo. Girving.

La somnolencia de la embriaguez.

La somnolencia de la embriaguez.

• MINIFICCIÓN •

Más de Horai

Lafcadio Hearn

Dicen que en Horai no existen ni la muerte, ni el pesar, ni el invierno. Allí no se marchitan nunca las flores, y el fruto no se termina jamás, y si una sola persona prueba una sola vez aquellas frutas no volverá a sentir hambre ni sed. En Horai crecen las plantas encantadas So-rin-shi, Ban-non-to y Riku-go-aoí, que curan toda clase de enfermedades, y también la mágica hierba Yo-shin-shi, que resusita a los muertos, y esta mágica hierba es regada por un agua de la cual basta beber un solo trago para disfrutar de perpetua juventud. Los habitantes de Horai comen su arroz en unas escudillas muy pequeñitas; pero el arroz no disminuye nunca, por mucho que coman, hasta que el comilón se ha hartado. Y beben el vino en unas copas diminutas, y nunca se vacían, por mucho que beban, hasta que el bebedor se siente invadido por la agradable somnolencia de la embriaguez…

Espirituosas.

Espirituosas.


«Después de la primera copa, ves las cosas como te gustaría que fueran. Después de la segunda, las ves como no son. Y después de la tercera, ya las ves como realmente son. Ese es el momento más horrible de todos».

Oscar Wilde.

Mujer delante del Moulin de la Galette de París Ramón Casas
Madeleine
Ramón Casas
Tired
Ramón Casas
Au Moulin
Ramón Casas
Plein air
Ramón Casas
Ansiedad
Ramón Casas
Cartel del Vino Rioja
Ramón Casas
Cartel de Anís del Mono
Ramón Casas

Desdichas.

Desdichas.

«Alfredo Plumet mira el reloj; son las dos menos veinte. Vacía su vaso de coñac, enjuga con los dedos su corto bigote y se levanta del asiento. Besa a su mujer en la frente, aprieta la mano de Luciano, va a la percha próxima, descuelga su gacho, único tocado que, según él, conviene a un contador digno de ese nombre. Y, al pasar delante de la puerta vidriera del comedor, tamborilea sobre los cristales y dirige un largo saludo a Adela y a su amigo, que respondieron levantando los vasos de coñac en alto… Nadie volvería a ver al desdichado vivo».

-El fin trágico de Alfredo Plumet

Juan Carlos Onetti.

Un trago de sabor.

Un trago de sabor.

«Te echaste un trago de tequila y mordiste lo que «el Suave» te ofrecía. Chirrió como chicharrón salido del horno. Diste un salto y gritaste: -¿Qué es esto?¿Chicharrón? -¡No… gusanos! ¡Purititos gusanos de maguey! de donde sale el pulque… Pero… ¿no los había comido usted? Miraste espantado. ¡Gusanos! ¡Comiendo gusanos! Blancos, gordos y redondos como salchichas arrastrándose… Diste un grito solemne y brincaste como liebre hasta el mostrador pidiendo ¡agua! ¡agua! Te llamé, pero parecías no oirme. Con un vaso de cerveza en la mano cantabas la Marsellesa, en francés, y marcabas con el pie el compás. Estabas ya, plenamente, en la atmósfera nácar-rosa en que te gustaba vivir. Los mariachis tocaron y tú caminabas resuelto, con increíble agilidad. Como si anduvieras sobre un techo de nubes… Te metiste la mano en el bolsillo y tiraste un billete de cien pesos sobre la mesa».

-Solsticio de amor

Lolo de la Torriente

Maromas.

Maromas.

«Por más que Angelita y yo intentamos reconciliarnos, todo fue por demás. Todo se fue a la puritita chingada. Un tiempo vivimos todavía en Estrella. Es un decir: nos dimos vida de perro rabioso, hasta que ella abandonó el departamentito en agosto y yo me pasé una semana en él con varios litros de tequila y apenas si tenía conciencia para salir a comprar unos sopes o quesadillas donde fuera, menos con la Ma Rufailina: cada vez que me veía agarraba un chile de la mesa, me lo enseñaba y se carcajeaba»

-¿Me explico?

Emiliano Pérez Cruz