Ser de ti.

Ser de ti.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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TODO A MAR

Hay espacios que no se llenan, se inundan como el mar. Se florecen; como el rojo filo de tus labios que me atrapa.
Eres mi estrella, me brillas todo.
Vienes de un cielo raso y claro, me inundas.
Tienes mi mirada encontrada con la tuya y un dejo de pasión que nos llena de todo.
Llevas mi alma sostenida y todo mi cuerpo tiembla.
Quiero encontrar en tus labios un susurro, que alimente mis deseos y multiplique tus pasiones. Quiero, saber a mar.
Anda, vamos a encontrar un sitio aparte, uno, donde tus deseos sean mis razones absolutas, y donde pueda ser yo, quien más te sepa a mar en este mundo.

MARCO DE MENDOZA

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Imperfectos compartidos.

Imperfectos compartidos.

• SERIALES •

YOU

2a. Temporada

Delilah Alves (Shay Mitchell):

—¿Cuál fue tu primera impresión de mí? Sé sincero.

Joe Bettelheim (Pen Badgley):

(—No seas sincero— )
—Parecías buena persona.

Delilah Alves (Shay Mitchell):

—Ja, ja, ja ok, ¡qué mentiroso!
—Enjuágate la boca he intenta otra vez, di la verdad.

Joe Bettelheim (Pen Badgley):

(—Ok, aquí vamos—)
—Parecías triste. Por el peso que llevas sobre los hombros, es mucho. Y tengo la mala costumbre de intentar arreglar a la gente. Por eso lo del antipático Neoyorkino. Lo lamento.

Delilah Alves (Shay Mitchell):

—Hey, deja de disculparte.

Joe Bettelheim (Pen Badgley):

—¿Te sigo pareciendo un tipo raro?

Delailah Alves (Shay Mitchell):

—Siempre confío en la primera impresión. El asunto es que… me gustan los raros.

Joe Bettelheim (Pen Badgley):

—Los dañados se atraen.

Delailah Alves (Shay Mitchell):

—Todo el tiempo.

Onirismo Uruguayo.

Onirismo Uruguayo.

«El camino para llegar a nuestro sueños es también una lucha interna con miedos, prejuicios y paradigmas que hemos adquirido, una lucha que sólo nos corresponde a nosotros ganar».

Eduardo Alighieri

Bichos Locos

William Moreira Cruz

Bruja
William Moreira Cruz
El terror de la maestra
William Moreira Cruz
El Compadrito
William Moreira Cruz
Jeñoles
William Moreira Cruz
Perros Pecadores
William Moreira Cruz
Edades Oscuras.

Edades Oscuras.

«Oscar cayó al suelo, con la damajuana abrazada a su cuerpo; no podía creer lo que observaba: el gas salió despedido y en forma de nube cubrió el sendero. Al disiparse apareció ante sus ojos una figura gigantesca: bastante más de dos metros de alto, piel negra, turbante en la cabeza, pequeña barba en la pera y un largo y fino bigote estilo Salvador Dalí; su torso desnudo, al igual que sus piernas, y un mawashi —cinturón utilizado por los luchadores japoneses de sumo— cubría su cintura. Sus pies se confundían con la niebla que salía del recipiente; parecía no necesitarlos, pues… ¡flotaba!».

El liberador.

Juan Luis Henares.

Noche Murmurante.

Noche Murmurante.

«El payaso levantó sus manos, sus secuaces salieron de atrás del camión, ellos traían cajas, las colocaron frente al nosotros, disfraces de payasos para todos, tomé uno y me lo coloqué. Debía hacer lo que sea para darles un futuro a mis hijos, algo me decía que esta era de decisión correcta, seguir a un loco para solucionar un problema imposible».

Héroe inesperado.

Sebastián Iturralde.

Penumbra Permanente.

Penumbra Permanente.

«Creyó ver pasar junto a él un tigre. No se asustó, ahora era un valiente, un héroe. Notaba la garganta seca y los ojos ardientes. No era consciente de que sus miembros empezaban a temblar; tampoco del peligro que corría haciéndole cara al felino. La fiera se abalanzó sobre él. Pelearon a mordiscos, con las garras, con las uñas».

Noche accidentada.

Ángel Magat.

MIS INSTINTOS SOBRE TI.

MIS INSTINTOS SOBRE TI.

MINIFICCIÓN

MAPA DE CALOR

VICTOR M. SANGUINO MATEOS

Desde una viga del techo, los ojos del mosquito trazan el mapa de calor de tu cuerpo, desnudo en la noche de agosto. Como los míos, recorren cada trozo de tu piel, sudorosa y brillante en la penumbra de la ventana abierta. Sé que irá a por ti, y espero con media sonrisa y la mano dispuesta. El zumbido crece, y sobre tu piel, donde el cristal refleja un sendero de luz de luna, veo una sombra negra que antes no estaba. Con un sonoro manotazo, lo espachurro sobre tu cadera. Tú entreabres los ojos, sonriendo, para decirme: «Hmmm, ¿es que no tuviste bastante?».