
«–Y también me da mucho pesar que no le publiquen sus poemas.
–Pero muchacha estúpida, ¿no se da cuenta de que ser ignorado por este mundo platitudinesco es el mejor galardón para un poeta? Preocupación me daría el tener cabida en una de esas revistas que produce la cultura de petate a la que tengo la desdicha de pertenecer; me llenaría de terror si me eligieran Miembro de Número de la Academia de la Lengua, y si me dieran el premio Nobel comprendería que había llegado mi anquilosamiento final. Estoy encantado de ser oscuro, y libre, y alegre… Prosigo: estudiaremos en primer lugar las irregularidades especiales del verbo pudrir, o podrir…»
Amor de Sarita y el profesor Rocafuerte.
Jorge Ibargüengoitia.