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Locuaz.

• MINIFICCIÓN •

Los dos relojes.

Lewis Carroll

¿Qué es mejor: un reloj que sólo da la hora exacta una vez al mes o un reloj que la da bien dos veces al día? «El último», diríasñ usted, «incuestionablemente». Muy bien, pero ahora vea. Yo tengo dos relojes, uno no sirve, y el otro se atrasa un minuto al día. ¿Cuál prefiere? «El que pierde un minuto», contesta usted, «indudablemente». Ahora, ponga atención: el que pierde un minuto al día, tiene que perder 12 horas, o 720 minutos antes de dar la hora exacta de nuevo, consecuentemente sólo da bien la hora una vez en dos años, en cambio el que no sirve da bien la hora dos veces al día, cuando dan las ocho. Así, que ya se ha contradicho usted a sí mismo, y dos veces.

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Dislates.

Dislates.

«Creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo.»

Julio Cortázar.

Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Ilustración de John Tenniel.
Acorazado.

Acorazado.

«—¿Pero tú me amas? —Preguntó Alicia—.
—¡No, no te amo!
—Respondió el Conejo Blanco—.
Alicia arrugó la frente y comenzó a frotarse las manos, como hacía siempre cuando se sentía herida.
—¿Lo ves? —Dijo el Conejo Blanco—.
Ahora te estarás preguntando qué has hecho mal, para que no consiga quererte al menos un poco, qué te hace tan imperfecta, fragmentada.
Es por eso que no puedo amarte.
Porque habrá días en los cuales estaré cansado, enojado, con la cabeza en las nubes y te lastimaré.
Cada día pisoteamos los sentimientos por aburrimiento, descuidos e incomprensiones.
Pero si no te amas al menos un poco, si no creas una coraza de pura alegría alrededor de tu corazón, mis débiles dardos se harán letales y te destruirán.
La primera vez que te vi hice un pacto conmigo mismo: “evitaré amarte hasta que no hayas aprendido a amarte a ti misma”.
—Por eso Alicia no, no te amo. No puedo hacerlo».

-Alicia en el país de las maravillas

Lewis Carroll.

Utopía.

Utopía.


«Creo que ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo —dijo Alicia— que ir proponiendo adivinanzas sin solución.
—Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo —dijo el Sombrerero—, no hablarías de matarlo. ¡Es todo un personaje!
—No sé lo que usted quiere decir,
—protestó Alicia—.
—¡Claro que no lo sabes! —dijo el Sombrerero—, arrugando la nariz en un gesto de desprecio—. ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado con el Tiempo!
—Creo que no —respondió Alicia con cautela—. Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con palmadas.
—¡Ah, eso lo explica todo —dijo el Sombrerero. El tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj. Por ejemplo, supón que son las nueve de la mañana, justo la hora de empezar las clases, pues no tendrías más que susurrarle al Tiempo tu deseo y el Tiempo en un abrir y cerrar de ojos haría girar las agujas de tu reloj.
¡La una y media! ¡Hora de comer!».

-Alicia en el país de las maravillas

Lewis Carroll.

Serendipia.

Serendipia.

«—Quisiera usted decirme ¿qué camino debo tomar para irme de aquí?
—Eso depende, en mucho, del lugar a donde quieras ir —Respondió el gato—.
—No me preocupa mayormente el lugar…
—Dijo Alicia—.
—En tal caso, poco importa el camino,
—Declaró el gato—
—… con tal de llegar a alguna parte —Añadió Alicia a modo de explicación—.
—Oh —Dijo el gato—: puede usted estar segura de llegar, con tal de que camine un tiempo bastante largo».

-Alicia en el país de las maravillas

Lewis Carroll.