No todo lo que brilla es oro.

No todo lo que brilla es oro.

• MINIFICCIÓN •

EXANTEMA DE REALIDAD

Marco de Mendoza

Fue un duro golpe para Sandro darse cuenta que aquel mundo dorado al que aspiraba no alcanzaba ni al cobre. Se le pusieron verdes los sueños y un doloroso salpullido le entró al corazón cuando se dio cuenta que la realidad apesta.


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Atavío dorado.

Atavío dorado.

«De vuelta a la corte, los grandes artífices echaron sobre los hombros de la reina el manto de armiño y púrpura; luego se dieron a trabajar el oro, día y noche, puliéndolo, repuliéndolo, cincelándolo, para después embutir en el oro bien trabajado muchas piedras fúlgidas y acabar la corona y el cetro; por último, engarzaron perlas y corales, y un río de corales y perlas corrió por la garganta de Psiquis».

-Cuento áureo 

Manuel Díaz Rodríguez 

Dorado como el sol.

Dorado como el sol.

«Y pasaron semanas y días, y Pedro se presentó en la casa de sus padres. Venía moreno como un gitano, los ojos brillantes, radiante el rostro como la luz del sol. Su madre lo estrechó entre sus brazos y lo besó en la boca, en los ojos, en el dorado cabello. Volvía a tener al lado a su hijo. No lucía la cruz de plata, como había soñado su padre, pero venía con los miembros enteros, como su madre no había soñado».

-El tesoro dorado

Hans Christian Andersen

Polvo dorado.

Polvo dorado.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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Zétklu

En el cuerpo viste dorado y brillante polvo de estrellas, para que cuando la noche oscura y tétrica venga, lo abrace y lo contenga, pero que no pueda poseerlo. 

Zétklu pasea por los cielos buscando tus temores, anidándolos, envolviéndolos entre sus brazos y fulminando entre aquel dorado polvo cada uno de tus miedos; para que nada vuelva a ti, para que todos se olviden. Zétklu vuela bajo cuando tu alma se siente desolada y emprende alto el vuelo cuando liberas llanto, para llevarlo lejos, para purificarlo entre gotas de lluvia suave.

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RECOMENDACIÓN DEL BLOG


Derretir.

Derretir.

• MINIFICCIÓN •

En el desierto.

César Zazueta

Habían bajado caminando desde el Alpen Zoo: una hora de camino.
Tomados de la mano, recargados sobre el barandal a mitad del puente, mirando al río correr.
“Inn” debe ser como en inglés, “posada”, “parada”. “Bruck” en alemán suena a “puente”. ¿O será en río Inn y el nombre Puente del Inn?
—Háblame del desierto —le pidió Miriam.
—¿Qué? —preguntó Felipe— Estaba distraído.
—Háblame del desierto. ¿Es como “Viento Negro”, aquella película que vimos en el Cine Variedades?
—Sonora es un país lejano, inmenso: eso es el desierto. ¿Pero por qué siempre que ves agua piensas en el desierto? Cuando vivamos en Cananea te vas a hartar de tanto ver cerros pelones, de andar por los caminos en medio del desierto. Aunque en la tarde, a la hora del crepúsculo…
—Debo traerlo en la sangre, Felipe. Son una judía recién casada. ¿Qué en la luna de miel no tiene uno derecho a ponerse melancólico?
Miriam continuaba inclinada mirando el río que huía. Felipe la miró. Fijó en sus ojos, para siempre, el hermoso perfil de la mujer inclinada mirando el agua correr.
Al fondo, a los lados, las montañas del Tirol, verdes y azules, completaban el paisaje de tarjeta postal.


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Maneki-neko: El gato de la fortuna.

Maneki-neko: El gato de la fortuna.

• PLUMA INVITADA •

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Según el imaginario occidental, los gatos negros son de mala suerte. De hecho se dice que, si te topas con uno, tendrás un pésimo día. En contraste, de acuerdo con las creencias occidentales, los pequeños felinos simbolizan la buena fortuna; por lo tanto, si adoptas uno, esta te sonreirá.

Un legendario micifuz.

El uso de Maneki-neko como amuleto se remonta al Japón tradicional, cuando los pequeños comerciantes, no obstante su escases de recursos, adoptaban gatos compartían con ellos su alimento. Se cuenta que, en agradecimiento por ese buen trato, los felinos se apostaban a la entrada de los establecimientos, atrayendo clientela con el movimiento de una de sus patas delanteras. Así, de los mininos de pelo y hueso se pasó a las figurillas de Maneki-neko como talismanes para atraer la buena suerte y la fortuna.

Acerca del origen del legendario gatito también existe la historia de un monje cuyo templo estaba en ruinas y que, a pesar de su precariedad económica, adoptó a una gata a quien llamó Tama, cuidando de ella y alimentándola. En cierta ocasión, durante una fuerte tormenta, desde la entrada del templo la felina vio a un señor feudal guareciéndose bajo un árbol. Le hizo una seña con una de sus patas delanteras para que se acercara. Extrañado, el pudiente caballero se aproximó, justo antes de que un rayo cayera sobre el árbol. En agradecimiento por que la minina le había salvado la vida, se hizo cargo de la reconstrucción y prosperidad del templo, denominado Gotokuji y localizado en Tokio, Japón, donde hay en la actualidad un altar dedicado a Maneki-neko.Otra leyenda al respecto es la de una anciana que, debido a su extrema pobreza, se vio obligada a vender a su gato. Una noche, el felino se le apareció en sueños, no para reclamarle por haberse desecho de él, sino para indicarle que le diera forma de arcilla. La vieja dama realizó la efigie de Maneki-neko según las instrucciones del minino, la puso en venta y se la compraron de inmediato. La mujer decidió entonces dedicarse a hacer más de esas figurillas para venderlas y así dejó de pasar apuros económicos.

En relación con la moneda que sostiene Maneki-neko con una de sus patas, cuenta la historia que todos los días un pescador le daba de comer al gato de un cambista dos trozos de pescado. De repente, el pescador enfermó y debió permanecer en cama algún tiempo. Una vez recuperado, aparecieron junto a su almohada dos kobans. Sin conocer su procedencia, agradeció esa buena suerte, sobre todo después de un buen rato sin haber podido trabajar. Al volver a la rutina notó que la mascota del cambista ya no estaba. Preguntó por el felino. El usurero le confesó que lo había matado al creer que el animal le había robado dos monedas de oro. Entonces el pescador cayó en cuenta que el minino le había retribuido su gentileza al alimentarlo, proporcionándole el ingreso que él no había podido conseguir durante su enfermedad. Desde entonces, aquel gato fue representado y venerado en los templos de Japón, inspirando también uno de los elementos característicos de Maneki-neko, el koban, al cual se suman el babero con un cascabel dorado pendiendo del cuello.

En torno a estos dos últimos elementos, existe una fábula japonesa protagonizada por una hermosa y joven geisha llamada Usugumo, quien adoptó un gato al cual puso también por nombre Tama. La muchacha amaba y cuidaba tanto a su mascota que le compró un lujoso babero con un cascabel de oro. La relación entre la bella y el micifuz llegó a ser tan estrecha que la gente comenzó a considerarla sobrenatural. Indignado por tal situación, el mentor Usugumo decidió acabar con aquel cuestionado vínculo, decapitando con su espada al infortunado felino. Milagrosamente, la cabeza de Tama voló directo hacia una serpiente que justo en ese momento amenazaba con atacar a su dueña. De esta manera, aún recién muerto, el minino mostraba su gratitud por el buen trato que su ama le había dado en vida, salvándola. En homenaje de su querido gato, Usugumo se dedicó a hacer figurillas del mismo con el babero y el cascabel, surgiendo así la reconocida efigie de Maneki-neko como protector. Por cierto, se cree que el cascabel sirve para ahuyentar a los malos espíritus.

Como dato curioso, se considera que le mito nipón del gato protector proviene de la tradición china, que extrapolaba la imagen de los felinos que protegían los campos de gusanos de seda. Sin embargo Zhaocai Mao, el gato de la fortuna chino, está basado en el Maneki-Neko, de origen japonés.

Luis Felipe Brice.