Maullido territorial.

Maullido territorial.

• MINIFICCIÓN •

La gata que se sentó en la alfombra del perro.

Mariángeles Abelli Bonardi

 Se acuesta; aún está caliente. Tiene su olor y el del último hueso que royó. Con la punta de la cola, acerca el ovillo y juguetea… Para una oreja: nada. Mira de reojo: nadie. Nada ni nadie: él se ha encargado…

Maúlla de satisfacción, casi como pensando en voz alta: «La alfombra, tu alfombra, es mía

Anuncio publicitario
FRATERNO GATUNO.

FRATERNO GATUNO.

«Se metió debajo de todo eso, con una rebanada de pan al alcance de la mano. Dormitaba y esperaba, y mordisqueaba el pan, y contemplaba la nieve que entraba ligera. Tibby se sentó junto a la vieja cara azulada que asomaba entre las ropas y alzó una pata para tocarla. Maullaba y estaba inquieto, y entonces salió a la mañana de escarcha y llevó una paloma, que todavía forcejeaba y aleteaba un poco, y la dejó junto a la anciana. Pero ella temía salir de debajo del montón de ropa, donde el calor se generaba y conservaba con dificultad. En realidad no podía salir ni para sacar más tablas del suelo, encender un fuego, desplumar la paloma y cocinarla. Extendió una fría mano y acarició al gato.

“Tibby, pobrecito, la has traído para mí, ¿verdad?, ¿verdad que sí? Ven, ven…”
Pero el gato no quería meterse allí dentro con ella. Maulló otra vez, le acercó más la paloma. Ahora estaba abatida y muerta.

“Para ti. Cómetela tú. Yo no tengo hambre, gracias, Tibby.”
Pero la carcasa no le interesaba. Se había comido una paloma antes de llevarle esa a Hetty. Sabía alimentarse bien. A pesar de su pelo apelmazado y sus cicatrices y su ojo amarillo entrecerrado, era un gato fuerte y sano».

-Una anciana y su gato

Doris Lessing

Felino adusto.

Felino adusto.

«El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinacia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo (quiero confesarlo ahora mismo) por un espantoso temor al animal».

-El gato negro

Edgar Allan Poe.

Maneki-neko: El gato de la fortuna.

Maneki-neko: El gato de la fortuna.

• PLUMA INVITADA •

🖊

Según el imaginario occidental, los gatos negros son de mala suerte. De hecho se dice que, si te topas con uno, tendrás un pésimo día. En contraste, de acuerdo con las creencias occidentales, los pequeños felinos simbolizan la buena fortuna; por lo tanto, si adoptas uno, esta te sonreirá.

Un legendario micifuz.

El uso de Maneki-neko como amuleto se remonta al Japón tradicional, cuando los pequeños comerciantes, no obstante su escases de recursos, adoptaban gatos compartían con ellos su alimento. Se cuenta que, en agradecimiento por ese buen trato, los felinos se apostaban a la entrada de los establecimientos, atrayendo clientela con el movimiento de una de sus patas delanteras. Así, de los mininos de pelo y hueso se pasó a las figurillas de Maneki-neko como talismanes para atraer la buena suerte y la fortuna.

Acerca del origen del legendario gatito también existe la historia de un monje cuyo templo estaba en ruinas y que, a pesar de su precariedad económica, adoptó a una gata a quien llamó Tama, cuidando de ella y alimentándola. En cierta ocasión, durante una fuerte tormenta, desde la entrada del templo la felina vio a un señor feudal guareciéndose bajo un árbol. Le hizo una seña con una de sus patas delanteras para que se acercara. Extrañado, el pudiente caballero se aproximó, justo antes de que un rayo cayera sobre el árbol. En agradecimiento por que la minina le había salvado la vida, se hizo cargo de la reconstrucción y prosperidad del templo, denominado Gotokuji y localizado en Tokio, Japón, donde hay en la actualidad un altar dedicado a Maneki-neko.Otra leyenda al respecto es la de una anciana que, debido a su extrema pobreza, se vio obligada a vender a su gato. Una noche, el felino se le apareció en sueños, no para reclamarle por haberse desecho de él, sino para indicarle que le diera forma de arcilla. La vieja dama realizó la efigie de Maneki-neko según las instrucciones del minino, la puso en venta y se la compraron de inmediato. La mujer decidió entonces dedicarse a hacer más de esas figurillas para venderlas y así dejó de pasar apuros económicos.

En relación con la moneda que sostiene Maneki-neko con una de sus patas, cuenta la historia que todos los días un pescador le daba de comer al gato de un cambista dos trozos de pescado. De repente, el pescador enfermó y debió permanecer en cama algún tiempo. Una vez recuperado, aparecieron junto a su almohada dos kobans. Sin conocer su procedencia, agradeció esa buena suerte, sobre todo después de un buen rato sin haber podido trabajar. Al volver a la rutina notó que la mascota del cambista ya no estaba. Preguntó por el felino. El usurero le confesó que lo había matado al creer que el animal le había robado dos monedas de oro. Entonces el pescador cayó en cuenta que el minino le había retribuido su gentileza al alimentarlo, proporcionándole el ingreso que él no había podido conseguir durante su enfermedad. Desde entonces, aquel gato fue representado y venerado en los templos de Japón, inspirando también uno de los elementos característicos de Maneki-neko, el koban, al cual se suman el babero con un cascabel dorado pendiendo del cuello.

En torno a estos dos últimos elementos, existe una fábula japonesa protagonizada por una hermosa y joven geisha llamada Usugumo, quien adoptó un gato al cual puso también por nombre Tama. La muchacha amaba y cuidaba tanto a su mascota que le compró un lujoso babero con un cascabel de oro. La relación entre la bella y el micifuz llegó a ser tan estrecha que la gente comenzó a considerarla sobrenatural. Indignado por tal situación, el mentor Usugumo decidió acabar con aquel cuestionado vínculo, decapitando con su espada al infortunado felino. Milagrosamente, la cabeza de Tama voló directo hacia una serpiente que justo en ese momento amenazaba con atacar a su dueña. De esta manera, aún recién muerto, el minino mostraba su gratitud por el buen trato que su ama le había dado en vida, salvándola. En homenaje de su querido gato, Usugumo se dedicó a hacer figurillas del mismo con el babero y el cascabel, surgiendo así la reconocida efigie de Maneki-neko como protector. Por cierto, se cree que el cascabel sirve para ahuyentar a los malos espíritus.

Como dato curioso, se considera que le mito nipón del gato protector proviene de la tradición china, que extrapolaba la imagen de los felinos que protegían los campos de gusanos de seda. Sin embargo Zhaocai Mao, el gato de la fortuna chino, está basado en el Maneki-Neko, de origen japonés.

Luis Felipe Brice.