Peligrosa melodía.

Peligrosa melodía.

«Para los indios cocamas, la ‘madre’ de la lupuna, el ser que habita dicho árbol, es una mujer blanca, rubia y singularmente hermosa. En las noches de luna, ella sube por el corazón del árbol hasta lo alto de la copa, sale a dejarse iluminar por la luz esplendente y canta. Sobre el océano vegetal que forman las copas de los árboles, la hermosa derrama su voz clara y alta, singularmente melodiosa, llenando la solemne amplitud de la selva. Los hombres y los animales que la escuchan, quedan como hechizados. El mismo bosque puede aquietar sus ramas para oírla».

-La sirena del bosque

Ciro Alegría.

¡Huye!

¡Huye!

«Va dando voces desde el agua, por ríos, quebradas, lagos y lagunas. Da voces cuando ve lanchas, balsas y canoas, o también casas en las orillas. Con la entonación del grito del sapo y algo más, llama: ‘¡Uf!’, ‘¡uf!’… Puede también que su voz parezca el aullido del viento, o el de algún otro animal, y hasta la llamada confusa de un ser humano. Si sale a tierra, la Unguymaman llama de casa en casa, sin tocar la puerta, con la misma voz. Es una voz a la que se puede reconocer por su tono lúgubre y aleve».

-La madre de las enfermedades

Ciro Alegría.

Faena canina.

Faena canina.

• DESCANSAMOS LOS MARTES •

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Embeleco

Pedrito salió esa mañana en dirección a la escuela. Todos los días pasaba por aquella casona custodiada por un imponente doberman de ojos vivaces y firmes orejas. De lejos, miraba como el can lo seguía con la mirada, sin perderlo ni un instante hasta que inevitablemente, desaparecía al doblar la esquina. Todos los días, Pedro repetía la misma faena, cada día más cerca del enorme zaguán, como con la intención de finalmente, familiarizar con el animal.
Pronto, aunque con temor aún, el muy párvulo estaba ya frente al mamífero aquel, quien apresurado, olfateaba el rededor.
Pedro sonrió, estiró la mano, pero salió corriendo. El perro, sin embargo, se quedó ahí sin moverse, fijando la mirada en la criatura que no paraba de correr. Al día siguiente, Pedrito repitió la acción, ésta vez, sin correr. El doberman no hiso nada, ni siquiera pareció olfatear; se quedó echado muy cerca, pero alerta. Pedro por fin le acarició la cabeza y sonrió satisfecho. La escena se repitió por varios días hasta que, luego de muchas intentonas, ambos ganaran confianza. Pedro ya consideraba a aquel animal su nuevo «mejor amigo». Un día se dió cuenta que aquel enorme zaguán nunca estaba cerrado; empujó con fuerza y se coló por una orilla.
Sonreía emocionado, mientras el perro se mantenía alerta y en igual emoción. Jugaron, corrieron alrededor del patio hasta que Pedro cayó rendido, no podía dar un paso más; nunca había corrido tanto. Ese día era muy noche ya.
En desesperacion, la madre de Pedro describe su ropa y señas particulares a un oficial de policia. Hace 2 días que llora su desaparición.
En tanto «Butcher», lenguetea sus afilados colmillos y limpia grácilmente sus bigotes luego de zanjar el embrollo. Da la vuelta y avanza rechoncho alrededor del patio hasta el zaguán. Listo y atento, para una nueva cría.

Marco de Mendoza.

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Alumbramiento críptico.

Alumbramiento críptico.

«Como era de esperarse, los psicoanalistas son los únicos hombres de ciencia que han abierto la boca: atribuyen el fenómeno a una especie de histeria colectiva y piensan que son las mujeres y no los niños quienes se conducen en el parto de una manera anormal. Con ello expresan una clara censura al hombre de nuestros días. Tomando en cuenta el carácter explosivo del alumbramiento, un psiquiatra afirma encantado de la vida que la rebelión de los nonatos, aparentemente sin causa, es una verdadera Cruzada de los Niños contra las pruebas atómicas. Ante la sonrisa burlona de los ginecólogos, concluye su alegato con ingenuidad flagrante, insinuando la idea de que tal vez no sea este en que vivimos el mejor de los mundos posibles».

-Informe de Liberia

Juan José Arreola.

Parábola vívida.

Parábola vívida.

«—En uno de sus poemas más bellos se concibe a sí mismo como una rémora pequeñita adherida al cuerpo de la gran ballena nocturna, la esposa dormida que lo conduce en su sueño. Esa enorme ballena femenina es más o menos el mundo, del cual el poeta sólo puede cantar un fragmento, un trozo de la dulce piel que lo sustenta.
—Me temo que sus palabras desconcierten a nuestros lectores. Y el señor director, usted sabe…
—En tal caso, dé usted un giro tranquilizador a mis ideas. Diga sencillamente que a todos, a usted y a mí, a los lectores del periódico y al señor director, nos ha tragado la ballena. Que vivimos en sus entrañas, que nos digiere lentamente y que poco a poco nos va arrojando hacia la nada».

-Interview

Juan José Arreola.

Minientrada

Minuciosidades

• MINIFICCIÓN •

Mosca

Sergio Ramírez

Puede identificarse por cuatro franjas longitudinales oscuras sobre el dorso del tórax, mientras el abdomen es de color claro. Pueden vivir de catorce a setenta días, y pasan por cuatro etapas: huevo, larva, pupa y adultez. La hembra adulta coloca entre cinco y seis partidas de huevos, las que varían en un número de setenta y cinco a cien, y las larvas nacen en un periodo de dos a veinticuatro horas. Si todos los huevos de una sola mosca sobrevivieran, y todas las crías también lo hicieran, se llegaría a obtener una población de más de mil millones de moscas en un año, algo que no se cumple debido a que gran cantidad de huevos no llegan a madurar. Lo contrario significaría una catástrofe mundial.

Ímpetu.

Ímpetu.

«Los litigantes le exponían sus casos en altas y claras voces, para que él oyera desde arriba, oculto como permanecía en un entrepiso. Con golpes de un bastón transmitía en clave las respuestas a las consultas y daba sus instrucciones al secretario. Los escritos, títulos y alimentos se los izaban en una canasta de mimbre.
Nunca se hizo cargo de juicios penales pues temía la presencia de la sangre y odiaba a los asesinos, sobre todo a aquellos que ponían saña en mujeres y niños, y fue por eso que sus leyes, siendo ya jefe de Estado, fueron implacables para con los homicidas y para los ladrones, los violadores, los que asaltaban en despoblado y en cuadrilla, para los perjuros y para los que de acción o palabra ofendiesen a sus madres».

-Del amor a la justicia

Sergio Ramírez.