
«Abatido, desconcertado, tomó el tranvía de regreso. Con aquel infortunado encuentro su habitual inseguridad había crecido a tal punto que no sabía ya si era un hombre o una sombra. Se metió en un bar, pero no en aquel adonde acostumbraba tomar la copa con los amigos, sino en otro donde no lo conocieran. No quería hablar con nadie. Necesitaba estar solo, encontrarse. Bebió varias copas pero no pudo olvidar el encuentro. Su mujer lo esperaba para cenar igual que siempre. No probó bocado. La sensación de ansiedad y de vacio le había llegado al estómago. Aquella noche no pudo acercarse a su mujer, cuando ella se acosto a su lado, ni las siguientes. No podía engañarla. Sentía remordirnientos, disgusto de sí mismo. Quizás a esa misma hora él estaba poseyendo a la hermosa rubia…»
-Final de una lucha
Amparo Dávila.