Las caras del diablo.

Las caras del diablo.

«Lo llamaron Mandinga por el diablo. Al diablo lo había visto muchas veces, de muchas formas. Cuando iba a visitar a su tío el cura y no había gente en la iglesia. La sacristía parecía más grande y más penumbrosa. Se detenía frente a las imágenes de bulto de las Vírgenes y de los Santos. En la escasa luz veía aparecer y borrarse las figuraciones de los cuadros oscuros. Había animales también en aquellas imágenes. Un perro que acompañaba a San Roque, un pescado grande y azuloso que tenía Tobías en la mano. Y aquella culebra oscura que pisaba la Virgen con su pie descalzo. Su tío se las explicaba. La culebra era el diablo. Y también lo era aquel animal tan raro, con cuerpo de lagarto, larga cola de toro y cabeza de perro, que San Miguel hería con su lanza».

-El milagro

Arturo Uslar Pietri

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Tesoro Alado.

Tesoro Alado.

«Rosie no se sentía molesta y tampoco entendía por qué había tanto alboroto. Todo ese asunto de las Hadas estaba, según su opinión, un poco sobredimensionado. No tenía ninguna necesidad de un tintineo estúpido ni de un parásito molesto aleteando a su alrededor a cada paso.
Lo que ella realmente quería era crecer lo más rápido posible, dejar ese pueblo aburrido y comenzar magníficas aventuras a través de los otros continentes. Quaint era el último lugar donde ella hubiera elegido vivir, porque nada interesante pasaba allí. Así que, para ella, era una verdadera molestia encontrarse cara a cara con un nuevo Hada Padrino en esa pesada mañana soleada».

Un hada para Rosie,
Agnese Dzervite.

Lo que digo se desvanece.

Lo que digo se desvanece.

«Una casuista del tiempo llegó a confesar que era un monumento de lógica. La venalidad, dijo el Diablo, era el ejercicio de un derecho superior a todos los derechos. Si tú puedes vender tu casa, tu buey, tus zapatos, tu sombrero, cosas que son tuyas por una razón jurídica legal, pero que, en todo caso, están fuera de ti, ¿cómo es que no puede vender tu opinión, tu voto, tu palabra, tu fe, cosas que son más que tuyas porque son tu propia conciencia, esto es, tú mismo? Negarlo es caer en o absurdo y contradictorio. ¿Pues no hay mujeres que venden sus cabellos? ¿No puede un hombre vender parte de su sangre para transfundirla a otro hombre anémico? ¿Y la sangre y los cabellos, partes físicas, tendrán un privilegio que se le niega al carácter, a la parte moral del hombre?».

La iglesia del Diablo.

Joaquim Machado de Assis.