Alguien me deletrea.

Alguien me deletrea.

«—¡Qué va a experimentar el alma de esta niña—añadió Jehel— cuando se desligue de la carne y se encuentre en el seno de la cuarta dimensión! ¡Cuál va a ser su extrañeza, cuál su azoramiento al hallarse en el espacio negro, sin límites, entre el silencioso gravitar de los mundos; al ver perderse vertiginosamente a lo lejos, como un enjambre dorado, los planetas del sistema solar! ¡Qué desorientación más angustiosa la suya, cuando no te encuentre ni pueda verte, ¡oh Increado!, porque le faltan para ello tantas etapas, tantos ciclos aún infranqueables!».

Como en las estampas.

Amado Nervo.

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Lo que digo se desvanece.

Lo que digo se desvanece.

«Una casuista del tiempo llegó a confesar que era un monumento de lógica. La venalidad, dijo el Diablo, era el ejercicio de un derecho superior a todos los derechos. Si tú puedes vender tu casa, tu buey, tus zapatos, tu sombrero, cosas que son tuyas por una razón jurídica legal, pero que, en todo caso, están fuera de ti, ¿cómo es que no puede vender tu opinión, tu voto, tu palabra, tu fe, cosas que son más que tuyas porque son tu propia conciencia, esto es, tú mismo? Negarlo es caer en o absurdo y contradictorio. ¿Pues no hay mujeres que venden sus cabellos? ¿No puede un hombre vender parte de su sangre para transfundirla a otro hombre anémico? ¿Y la sangre y los cabellos, partes físicas, tendrán un privilegio que se le niega al carácter, a la parte moral del hombre?».

La iglesia del Diablo.

Joaquim Machado de Assis.

Forma terrible de la nada.

Forma terrible de la nada.

«Quizás te convendría reposar en alguna religión. Esto también lo dejo a tu criterio. Yo no puedo recomendarte alguna de ellas porque soy el menos indicado para hacerlo. De todos modos, piénsalo y decídete si hay dentro de ti una voz profunda que lo solicita.

Lo que sí te recomiendo, y lo hago muy ampliamente, es que en lugar de ocuparte en investigaciones amargas, te dediques a observar más bien el pequeño cosmos que te rodea. Registra con cuidado los milagros cotidianos y acoge en tu corazón a la belleza. Recibe sus mensajes inefables y tradúcelos en tu lengua.

Creo que te falta actividad y que todavía no has penetrado en el profundo sentido del trabajo. Deberías buscar alguna ocupación que satisfaga a tus necesidades y que te deje solamente algunas horas libres. Toma esto con la mayor atención, es un consejo que te conviene mucho. Al final de un día laborioso no suele encontrarse uno con noches como esta, que por fortuna estás acabando de pasar profundamente dormido».

El silencio de Dios.

Juan José Arreola.