Espiritismo falaz.

Espiritismo falaz.

«Moco era un garabato seco, de nariz caída y ojos fuera de la cara. Había sido músico y adivino y es­piritista en alguna parte. Él fue quien metió aquella fiebre en todos. Comenzó a hablar de fuerzas secretas y señales en la mani­gua, y todos tambaleábamos. Amiana lo tenía para eso, para opiar a la gente y divinizar a Amiana. La isla, decía, había surgido para sostener a Amiana; los espíritus le traían hombres para que se sirviera de ellos, y lo guardaban para que nadie pudiera tocarlo. Amiana quería a Moco por esto. Nosotros sabíamos, algunos, que Moco no había sido nunca espiritista, que en su cabeza había otra cosa. Había sido violinista en un teatro al aire libre, y nada más. Ahora vivía por la manigua, oculto en los matorrales, y en cuevas que hacía en el suelo, hablando con los espíritus, decía a Amiana. A veces adivinaba cosas. Tenía una vista muy aguda y fingía veinte caras, y averiguaba. Sabía algo de astronomía y había adivina­do el ciclón. Era el sacerdote de la isla. —¡Voy a adormecer a la gente! —decía a Amiana».

-Aquella noche salieron los muertos

Lino Novás Calvo.

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Ossudo.

Ossudo.

«Entró en aquel momento el Falso Perpetuo y los cuatro se callaron. El Falso Perpetuo tenía el pelo liso, negro, cara huesuda, la mirada impasible y nunca se reía, igual que el Perpetuo Verdadero, un policía famoso asesinado años atrás. Ninguno de los jugadores sabía qué hacía el Falso Perpetuo, tal vez fuera empleado de banca, o funcionario público, pero su presencia, cuando de vez en cuando aparecía por el bar de Anísio, atemorizaba siempre a los cuatro amigos. Nadie sabía su nombre. Lo de Falso Perpetuo era un mote que le había puesto Anísio, que había conocido al Verdadero».

El juego del muerto.

Rubem Fonseca.