El placer de sentir.

El placer de sentir.

«—Me gusta tu pelo —dijo—. —Siempre me ha gustado el pelo muy negro. Me gustan las cosas negras.
Se acercó a mí y me pasó una mano por el pelo. Súbitamente, se agachó y me besó. Besaba rudamente y sentía el alambre apretarse contra mis labios, después contra mis dientes y mi lengua.
La sujeté firmemente por la cintura con un brazo y traté de acariciarle los senos, pero ella me apartó la mano.
Había hablado a través de mis labios y en su voz no había enojo, sólo firmeza. Finalmente, dejó de besarme y se quedó frente a mí, de pie. Antes de que yo comprobara con mi mano si tenía los labios pintados, sentí un golpe chasqueante en mi cara y un calor me sofocó la cabeza. Cuando me di cuenta que me abofeteaba, ya lo había hecho dos o tres veces. Tenía ambas mejillas ardiendo y una lágrima saltó de mi ojo derecho».

-Un nido de gorriones en un toldo

Guillermo Cabrera Infante.

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