
«Esa misma noche se da a la tarea de clavar al muñeco en medio del campo de cultivo. Devuelve sus pasos de entre los sembradíos sintiéndose temeroso, siente que el muñeco cobra vida y sigue sus pisadas, gira rápidamente alumbrando con una linterna al espantajo. La figura sigue en su lugar, íngrima, con su alargado gesto. Solo el frío viento de la noche mecía las telas desgarradas de su vestimenta».
Espantapájaros,
Pedro Luna Creo.