«El muchacho se fue a montar al viejo modelo recién pintado; abrió la puerta de atrás y se sentó. De repente, aquel «Taxi, bachiller» le agradó. Hacía tres meses llevaba un anillo de grado en el dedo y su familia lo mandaba a estrenar el título a la Universidad: lo matricularon en Derecho porque la gente decía que era «lo más fácil y bonito». Allí estaba, recién metido en una ciudad rara, caliente y extraña, comenzando una carrera por la que no sentía nada, nada. Comparó dos pensamientos y vio que sentía más por la muchacha que quedaba atrás, allá en el pueblo, que por su carrera. Y se abrió el primer botón de la camisa cuando el carro arrancó».
-El cobarde
Sergio Ramírez.