
«—Oye Pepe, cuando estabas esta mañana a la deriva, ¿pensaste en mí?—Preguntó mientras pasaba su índice por los labios. —Pensé en mis aletas—me atreví—… Y sí, claro, pensé en ti mucho—mentí, refugiando mi cabeza en su regazo».
Cabo de ajo.
José María Sánchez-Bustos.