
«No llevaba ropajes, ni coronas, ni guirnaldas, arropada y coronada únicamente por el crepúsculo solar, tan hermosa como los sueños de un mortal, pero mucho más hermosa que todos los sueños. La diosa aguardaba, sonriente y tranquila, símbolo de la vida y de la muerte, de la desesperación y de la pasión, ensueño de carne y hueso para dioses y poetas y galaxias jamás conocidas. Pero también reflejaba el asombro del amor, de algo mucho más que el amor, y cuyo sentido no podía entender el poeta».
La marcha de Afrodita.
Clarck Ashton Smith.
¹Anaïs Nin.