Kinich Ahau.

Kinich Ahau.

«—Soy un Alacrán. Un hijo de Síina’an Yaach que fue arrancado del nido junto con otros para que en un juego de pelota se decidiera el destino de toda una ciudad.
—Todo guerrero que es elegido para recrear la creación de Tsiík Kaaj, las tierras salvajes, en el pok ta pok debería sentirse orgulloso. Ha sido escogido como guardián de su pueblo, defensor de las tradiciones y servidor de la verdad.
—Eso lo dices tú porque nunca has estado golpeando un caucho duro con la cadera durante horas. Yo sólo soy un sobreviviente. No estoy obligado a defender a nadie si no hay un precio de por medio. No sirvo ni ideales efímeros, ni a dioses, ni reyes o naciones».

El alacrán.

Paulo César Ramírez Villaseñor.

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Elcicihuilztli.

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«La aldea vacía, salvo utensilios abandonados. Y figuras humanas con ojos vacíos. Todos sus habitantes, o lo que quedaba de ellos, estaban ahí, de pie e inmóviles, personas que habían muerto por los Suqra que habían perdido el control, robado sus cuerpos, así que sus almas no estarían tranquilas, no disfrutarían de la paz. Estaban atados a ese lugar: hombres fuertes y sanos, mujeres que habían sido alegres alguna vez, y lo peor: niños. Niños quietos como estatuas».

El canto de Killari.

Ernesto F. Montemayor.

Ah Puch.

Ah Puch.

«Tezcatlipoca no se esperaba eso, estaba tan sorprendido como Huitz. “Los seres de este mundo son muy interesantes”, pensó. Caminó lento hacía los amantes y Huitz enfurecido tomó su arma y quiso asesinarlo pero su cuerpo se detuvo, estaba paralizado. El jaguar tomó forma de hombre y su tobillo de hueso resaltaba de entre su piel. Huitz supo de quién se trataba y lo injurió».

El guerrero águila y el jaguar nocturno.

Rubén Caballero Petrova.