«Todos, a excepción de Sonia y Aliocha, cantan los números por turno. Cómodo éstos se repiten con frecuencia, los hay que llevan apodos: así, el siete se nombra ‘el gancho’; el once, ‘los patitos’; el noventa, ‘el abuelo’, etcétera. El juego sigue con viveza. —¡El treinta y dos! —exclama Gricha, metiendo la mano en el sombrero de su padre, donde están los pequeños cilindros amarillos—. ¡Dieciocho!… ¡El gancho! ¡El veintiocho!».
«Hubo un verano que pintó el poste de amarillo chillón. Aquel invierno lo cubrió de hisopos de algodón para darle abrigo y le dio al poste retoños, clavando por el patio seis estaquitas con sus correspondientes travesaños de palo. Tendió cordel entre el poste y los palos y fijó con cinta adhesiva cartas de perdón, reconocimientos de culpa, súplicas para ser comprendido, todo escrito con una letra desquiciada sobre tarjetas de cartulina».
«Los colores sirven para distinguir las cosas sin tener que tocarlas».
La noche ajena, Enrique Serna.
La inspiración puede ser muchas cosas, menos constante. Las más de las veces, cuando acudimos a ella, nos evade, y entonces recurrimos a herramientas, rituales o lugares para tomar un soplo que nos conecte con la fuente de la creatividad, cualquier cosa con tal de escapar a la sequedad y el letargo que produce.
Los lugares para inspirarse pueden ser tan variados como los productos de la inspiración; los hay físicos, reales o intangibles, y sus posibles combinaciones. Un lugar real e intangible para inspirarse puede ser un espacio en la red, que es a donde quiero llegar. Hace algún tiempo encontré un lugar al que acudí frecuentemente en busca de inspiración, y llegaremos ahí.
Claro que el lugar embona o no embona con el que busca inspiración, es decir, no a todos nos inspira lo mismo. Yo descubrí que, desde siempre, he sido adepto al color; de mis sentidos, puedo decir que la vista es el que más me socorre a la hora de inspirarme, y más que la forma, el espacio y todas las cualidades que se pueden percibir con este sentido, es el color la que más me satisface. Todos, me encantan todos los colores, no podría prescindir de ninguno, es más me encantaría poder ampliar el espectro y ser capaz de ver más de ellos… Imaginen un espacio en blanco y en el centro una cigarra perfecta pintada de Amarillo Omega, el de los m&m’s, sorban un soplo. Nada deja volar tanto la imaginación como un color malpuesto. Así me atraen los colores sólidos y estridentes, los que parece que han de sobrevivirlo todo: rojo, azul, amarillo, morado, verde, naranja; mi santo grial sería encontrar un mundo con más color, las cosas pintadas del más inusual de los colores, un mundo que responda sólo al color, justo mis mundos germinan así…
Comparto un espacio que me ha inspirado y que me ha hecho expandir mis horizontes: