Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.

Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.

«Y un poco más tarde vi a un ángel durmiendo a la sombra de un árbol cubierto de flores. Me pareció que me miraba también; pero no estoy seguro, porque su rostro estaba escondido por una rama. Ahora, sin embargo, ella se despertó y comenzó a jugar con algunos otros. Alcé mi voz y grité, pero no me escuchó.
¡Supongo que me sentí poderoso como para derramar lágrimas!
Y entonces, de repente, se desvaneció y desapareció, y yo quedé solo en medio de la noche. Me sentí como en un laberinto, dolorido. Entonces oí a la Voz que decía: Si, aun siendo traviesos, le das obsequios a tus hijos, cuánto más su Padre, que está en todas las cosas buenas»

El valle de los niños perdidos, William Hope.

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De título largo.

• MINIFICCIÓN •

Minotauro, o Yo también soy los clásicos, u Homenaje a Borges.

José de la Colina

Otra leyenda cuenta que el héroe, llegado al centro del laberinto, no encontró ningún minotauro y que durante años y más años dio vueltas y más vueltas y finalmente murió allí dentro, pues el Laberinto era sólo el otro nombre del Minotauro.