En la venganza sana la herida.

En la venganza sana la herida.

«Era la primera vez que veía tal animal, y menos aún tenía idea de esa vibración seca, a no ser el bonito cascabeleo que nos cuentan las Historias Naturales. Di un salto atrás, y le atravesé el cuello de un balazo. Mi compañero, lejos, me preguntó a gritos qué era. —¡Una víbora de cascabel! —le grité a mi vez—. Y un poco brutalmente, seguí haciendo fuego sobre ella hasta deshacerle la cabeza. Atamos la serpiente al cañón del winchester, y marchamos a casa. Ya era de noche. La tendimos en el suelo, y los peones, que vinieron a verla, me enteraron de lo siguiente: si uno mata una víbora de cascabel, la compañera lo sigue a uno hasta vengarse.
Los peones evitan por su parte esta dantesca persecución, no incurriendo casi nunca en el agravio de matar víboras».

-La vibora de cascabel

Horacio Quiroga.

De vanidad se viste la hiel.

De vanidad se viste la hiel.

«Todas las tardes, a la hora del té, se acordaban siempre del loro Pedrito, y recordaban también cuánto le gustaba comer pan mojado en té con leche. ¡Pobre, Pedrito! Nunca más lo verían porque había muerto.
Pero Pedrito no había muerto, sino que continuaba en su cueva sin dejarse ver por nadie, porque sentía mucha vergüenza de verse pelado como un ratón. De noche bajaba a comer y subía en seguida. De madrugada descendía de nuevo, muy ligero, iba a mirarse en el espejo de la cocinera, siempre muy triste porque las plumas tardaban mucho en crecer».

-El loro pelado

Horacio Quiroga.