
«Lo que había encontrado en la llama me poseía. Me había puesto en los zapatos de quien no sabe si existe. Me ponía una y otra vez en medio de dos signos de interrogación. Mis pies blancos y descalzos en la arena trataban de recoger los dedos, como avergonzados, para permitir que todo siguiera sucediendo y para que en los demás siguiera pasando desapercibido el hecho de que me encontraba inmersa en la llama. ¿Habitaba yo un desasosiego o él me habitaba? ¿Qué estábamos haciendo –si acaso hacíamos algo– y para qué? ¿Hacer algo es dejarse llevar? ¿Eran todas las vidas como esa?»
La duda.
Guillermo Solís.