«Él continuó allí con el corazón palpitante, turbado, imaginando ver una escena bíblica como los amores de Ruth y Booz o la realización de un designio de Dios en uno de aquellos grandes cenáculos de que hablan las Escrituras. Se acordó de los versículos del Cantar de los Cantares, de las llamadas de amor, de todo el calor de ese poema ardiente de ternura.
Y se dijo a sí mismo: “Tal vez Dios hiciese estas noches para velar de ideal los amores de los hombres”.
Iba retrocediendo frente a la abrazada pareja que avanzaba siempre. Era la sobrina, sin duda. Sin embargo, el sacerdote se preguntaba a sí mismo si no iría él a desobedecer a Dios. Pues, ¿no era que Dios permitía el amor al rodearlo de un esplendor así?».
-Claro de luna
Guy de Maupassant.