
«Este verano hemos tenido que ir juntos a la playa. Nunca olvidaré su cara cuando, en el garage de la casa, le tendí las llaves del coche, como si tal cosa, como siempre, como si todavía estuviésemos viviendo dentro de ese siempre que se había agotado. Por un momento pensé que iba a derrumbarse de pura gratitud, pero enseguida se recompuso, buscó en la americana sus gafas de sol, ajustó asiento y espejos, dejó a manos sus chicles y sus puritos y arrancó el motor».
Vamos allá.
Carlos Castán.