Mismo cuento, otro panteón.

Mismo cuento, otro panteón.

• MINIFICCIÓN •

Orgía en el Olimpo.

Dina Grijalva Monteverde

Oriana y Osiris organizaron el otoño, en octubre, una orgía. Oportunamente ornaron con orquídeas, obeliscos, obsidiana, oro, ónix. Orfeo organizó en las orillas del olivar la orquesta: ópera, organilleros, oboes. Olga ofreció opíparas ostras, ostiones, omelette, orégano, obleas. Oximiel, oporto, opio.
Al oscurecerm oficiaron de odaliscos Odín, Omar y Octavio. Sin objeción, Omán, Óscar y olaf obedecieron. Ovidio obsequió un óleo a Olivia.
El obispo obsceno, ofendido, ofuscado y obnibulado de odio, ordenó una oración y opúsculo oficial.

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Dios de la Lluvia.

Dios de la Lluvia.

• PLUMA INVITADA •

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Además de ser un entrenamiento infantil, estos objetos (en apariencia inocuos) constituyen piezas simbólicas y elementos de culto.

El licor de la tierra.

Indispensable para la vida y el cultivo del maíz, alimento básico de los mesoaméricanos, la lluvia estaba regida por un dios. En el caso de los mexicas se trataba de Tlaloc («el licor de la tierra», en náhuatl). Aunque estrictamente se trataba de aguas provenientes del cielo, es decir, la lluvia. Su creación se debe a los hijos de la pareja primigenia: Xipe Tótec, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli y Quetzalcóatl, quienes le dieron como compañera a Chalchiuhtlicue, ella sí –con mayor exactitud– diosa de las aguas terrestres. Para cumplir su cometido, Tláloc contaba con los tlaloques, que al pelear rompían cántaros de agua con sus bastones, produciendo el rayo, el relámpago y la lluvia. El equivalente de esta deidad entre los matas era Chaac, entre los zapotecas, Cocijo; entre los mixtecos, Dzahui. Su efigie más conocida se localiza hoy en día en la entrada del Museo Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México.

Dios / CulturaNahuaMayaZapotecaMixteca
Dios de la LluviaTlálocChaacPitao CocijoÑuhu Savi o Dzahui

Luis Felipe Brice.