• PLUMA INVITADA •
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En las miniaturas textuales que han recibido decenas de nombres y que aquí llamaremos minificciones podemos encontrar todas las pasiones que nos inquietan: el amor, el odio, la muerte, la envidia, los celos, el deseo.
El deseo, el placer y el encuentro.
En esta forma escritural, como en otros géneros literarios, la variedad de temas es tan diversa como diversos son los sentimientos, emociones y vivencias humanas. Podríamos parafrasear la célebre frase de Terencio y decir que a la minificción nada de lo humano le es ajeno. Hay minicuentos en los que leemos historias de la cotidianidad, o de terror, en algunas leemos la recreación de sucesos históricos, o versiones de personajes emblemáticos y héroes mitológicos. Asistimos también al resurgimiento y transformación de la fábula y el bestiario; lo fantástico está presente en otro buen número de estos textos breves. Lo mismo podríamos decir de la ficción científica. El amor, el desencuentro amoroso, la infidelidad, los viajes, la muerte, los recuerdos de la infancia, los oficios, son temas centrales en algunos minicuentos. Y encontramos también minificciones en donde –con muy diversos matices, desde la leve alusión hasta una presencia más explícita– aparece el erotismo.
Eros y Afrodita se pueden presentar en un amplísimo espectro de matices: desde la alusión velada al deseo del encuentro con el cuerpo amado hasta las descripciones más o menos directas del placer que la experiencia erótica despierta, pasando por todos los tonos y gradaciones posibles. Si este nuevo género de la minificción –formado por «cuentos concentrados al máximo, bellos como teoremas», según el feliz acercamiento del teórico y escritor David Lagmanovich– recurre a diversas estrategias retóricas para lograr textos en donde lo omitido es tan importante como lo dicho, en los minitextos en donde se alude al deseo, al placer y al encuentro de los cuerpos esto cobra una importancia especial.
Por ello, tal vez el más importante y frecuente de los recursos que está presente en las minificciones eróticas sea la figura de la elipsis. Aquí lo elusivo se engarza con lo alusivo, que es tan propio de la escritura erótica. Si en muchas minificciones lo silenciado es tan (o más) relevante como lo dicho, cuando lo que se busca expresar es el deseo o el placer, los silencios cobran enorme importancia; es decir, el lector dota esos silencios de una intensidad que tal vez no se hubiera logrado de otra manera. Así, lo eludido será lo que permita el efecto buscado por la autora o el autor.
Si una característica de la minificción es la necesidad de contar con un lector activo, en las minificciones eróticas este será un rasgo primordial: el lector deberá llenar los silencios, desarrollar las sugerencias e imaginar lo aludido o esbozado.
Dina Grijalva.
• MINIFICCIÓN •
Propiocepción amorosa.
Guiomar Carrillo
Ocurría con frecuencia que al acariciarte yo también me diluía.
• MINIFICCIÓN •
Pasiones.
Pía Barros
Aunque enrraizara los huesos en la tierra, toda mi carne se arrancaría en tu búsqueda.
• MINIFICCIÓN •
Cama con espejos.
Isabel Wagemann Morales
Reflejados infinitamente en los espejos de uno y otro lado de la cama, hicimos todas esas veces el amor.