Hechos fortuitos generan teorías erróneas.

Hechos fortuitos generan teorías erróneas.

«Me armé de valor, fingí no advertir el escorpión que aún se debatía en mi plato, lo comí distraídamente junto con el huevo y hasta pasé la corteza de un pan para no dejar ni una pizca de huevo y escorpión. No resultó tan repugnante como temía. Un poquito ácido tal vez, pero esta sensación puede deberse a que aún yo no tenía el paladar acostumbrado a la ingestión de escorpiones. Con el último bocado, sonreí, satisfecho. Después pensé que la quitina del escorpión, más dura de lo que yo hubiera deseado, podría caerme indigesta, y con delicadeza, para no ofender al resto de los escorpiones, bebí un vaso de sal de frutas».

Para defenderse de los escorpiones,
Fernando Sorrentino.

Sangre Azul.

Sangre Azul.

• SERIALES •

La Revolución

Charles de Montargis (Laurent Lucas):

–El día que naciste supe que continuamente me decepcionarías. Lo reafirmé cuando dijiste tus primeras palabras. Y al verte crecer sin ninguna cualidad. Creí que el privilegio de la sangre azul curaría tu cuerpo y haría crecer tu alma. Pero ahora veo el alcance de mi delirio. No hay remedio que cure la mediocridad.

Donatien de Montargis (Julien Frison):

–¡Cállate!

Charles de Montargis (Laurent Lucas):

–Fuiste incapaz de aprender la paciencia. Tu vanidad, tu cobardía, tus artimañas… Tú eres el castigo que Dios me envió por ser demasiado orgulloso. Y ahora puedo entender que mi linaje terminará contigo, en deshonor.

Donatien de Montargis (Julien Frison):

–No tienes derecho a hablarme así. ¡Yo soy el conde!

Charles de Montargis (Laurent Lucas):

–Has frustrado todas mis expectativas. Estás contaminado, el más degenerado de tus amigos. Abandonaste a tu hermana en manos de nuestros enemigos.

Donatien de Montargis (Julien Frison):

–¡Cállate!

Charles de Montargis (Laurent Lucas):

–Y peor aún, traicionaste a tu rey. ¿Qué crees que pasará ahora que tus amigos saben de la sangre azul? Se rebelarán. Tomarán el castillo. Ni el hombre más cobarde desvía la mirada cuando se están devorando a sus hijos. Verás, hijo, hay cosas en las que todos somos iguales. Y ésta es una. Condes, campesinos… A todos nos conmueve y nos ciega el amor por nuestros hijos. Por más desgraciados y patéticos que sean.