
«Caminé tras ella con la idea de que era ella. Tenía frente a mí una nueva oportunidad de volver a enamorarla, aunque, quizá, creo que habría terminado cagándola de la misma manera. Yo seguía aferrándome al borde de unos viejos recuerdos. Cuando casi quería confesarle mi identidad, comprendí que mi turno en su estación lo había perdido para siempre, mientras que otro, ahora con boleto en mano, ocupaba mi lugar para posar sus labios en aquella boca que alguna vez me hizo tan feliz».
La memoria del olvido.
Atzin Nieto.