
«La indecisión era mi terreno personal de acomodo. Aún con mi enfermedad mental no terminaba de decidirme: no soportaba la idea de abrazar la normalidad de la existencia, es decir, curarme. ¿Para qué? Mi experiencia vital había estado llena de una agobiante hipocresía, de una helada indiferencia. Tampoco tenía el valor de lanzarme al abrazo de lo que se me mostraba como más veraz: lo ilógico, el caos, la profunda y misteriosa locura…».
El colgado,
Carol Zardetto.