Ya pa’ que…

Ya pa’ que…

«—Se pone a votación la proposición de los compañeros de San Juan de las Manzanas. Los que estén de acuerdo en que se les de permiso para matar al presidente municipal, que levanten la mano…
Todos los brazos se tienden a lo alto. También los de los ingenieros. No hay una sola mano que no esté arriba, categóricamente aprobando. Cada dedo señala la muerte inmediata, directa.
—La asamblea da permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan.
Sacramento, que ha permanecido de pie, con calma, termina de hablar. No hay alegría ni dolor en lo que dice. Su expresión es sencilla, simple.
—Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el presidente municipal de San Juan de las Manzanas está difunto».

La muerte tiene permiso,
Edmundo Valadés.

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Caer en la tierra.

Caer en la tierra.

«Una sonrisa curiosa asomó a los labios de mi padre. Acariciándome los rebeldes cabellos, quiso saber qué le pediría yo al hada. No tenía por qué ocultárselo. Él era como una casa grande donde yo podía vivir seguro y feliz. Una casa en la que yo podía hablar en voz alta. Se lo dije:
—Le pediré primero que me cuente cuentos todos los días; que pueda llegar tarde a la escuela los días son sol; que se me aparezca mi ángel de la guarda y juegue conmigo y con mis amigos a ‘la roña’; que no le tenga miedo a la oscuridad; que nunca me lleve un robachicos; que conozca yo a una princesa y que un día sea tan alto como tú».

Se solicita un hada,
Edmundo Valadés.