
«A esa mujer que me acompañaba hasta el trabajo todos los días en el autobús le importaba poco si a mí me parecía denigrante que su amante decidiera sacar la polla en el último momento y se le antojara correrse sobre su rostro, desfigurado por el deseo. A ella podía gustarle sentirse marcada, excitada al notar el abandono de su macho en ese sublime instante, en el que sólo estaban ellos y sus vicios».
Confesar un fetiche: Infidelidad.
Magela Gracia.
¹Aldous Huxley.